miércoles, 18 de septiembre de 2024

Trozos

Tú eres poesía que emana de un aliento celestial. Evita que la dignidad de la que estás revestido, sucumba por una sobredosis que convierte tu vida en miseria. Los alucinógenos es una treta que te lleva a las entrañas de la posfelicidad. Te desparrama y esparce sin autocontrol. #AngelGomera #RD

El sentir de la dominicanidad se manifiesta en cada güira y tambora que resuena en la enramada; en esas manos que ponen a ondear la bandera tricolor con sentido de pertenencia; en cada corazón que late con pulsaciones de soberanía; en cada gesto de gratitud por nuestros héroes. Que viva la República Dominicana. #RD #AngelGomera

El río #Isabela y #Ozama a pesar de que sus aguas transitan en quietud, no gozan del privilegio natural de vivir en paz; su desafío es poder sobrevivir a tanta inmundicia que se les vierte; no tienen esperanza de que ante tanta contaminación, alguien con voluntad le proteja. #RD #AngelGomera

El horizonte ve declinar al sol con famélica esperanza; las estrellas muestran su brillo con exánime deslucimiento; las plantas pierden el oxígeno y su clorofila; la luna emerge en el firmamento sin el más mínimo entusiasmo; todo esto ocurre ante el ocaso de la paz en el mundo.

Mis ojos siempre buscan contemplar la majestad de mi bandera tricolor; es que no hay otra igual, tan bella y dominicana. Ella ondea desde el pico más alto de la libertad hasta las más exuberantes llanuras de los sueños soberanos. Es única y eterna, devoción y lucha. Ella es #RD.

Vivimos ricos en amores que destellan rayos de felicidad. Sensaciones que hemos disfrutado al máximo entre cantares, erupciones volcánicas y atardeceres. Nadamos fuera de ríos y playas; caminamos juntos en una tierra sin mapas, entre arenas, romances y bosques exuberantes.

Tú eres poesía que emana de un aliento celestial. Evita que la dignidad de la que estás revestido sucumba por una sobredosis que convierte tu vida en miseria. Los alucinógenos es una treta que te lleva a las entrañas de la posfelicidad. Te desparrama y esparce sin autocontrol.

El sentir de la dominicanidad se manifiesta en cada güira y tambora que resuena en la enramada; en esas manos que ponen a ondear la bandera tricolor con sentido de pertenencia; en cada corazón que late con pulsaciones de soberanía; en cada gesto de gratitud por nuestros héroes. Que viva la República Dominicana.

Cada hebra de tu cabello denota rayos de multiformes colores, que, al ondear con la brisa suave de la mañana, pintan con trazos perfectos el horizonte de mis sentimientos. En cada una de ellas, se refleja el esplendor de las estrellas, los suspiros del viento y el hechizo de luna.

Calor abrazador que humedece de música sudorosa los huesos en el esqueleto de tu ser. Calor que inunda de versos los poros del alma. Calor que, bajo el sol ardiente, llena el aire de la arena del Sahara de tus suspiros. Calor que enerva y pone a chorrear hasta el espíritu.


Feliz cumple mi vieja amada

Hoy 26 de agosto es el día del ser humano más espléndido, único, incomparable y heroico del universo:* *mi madre**. Gracias por darme sin titubeos tu regazo santo lleno de tanto amor, vida y generosidad. Mi vieja amada, eres mi refugio seguro, mi fortaleza, mi razón excelsa para agradecer a Dios tú presencia bendita todos los días de mi existencia. Aquellos que solo conocen tu belleza externa revestida siempre de una sonrisa celestial y de acogida no se imaginan que por dentro posees el alma más hermosa, divina y noble de toda la tierra. Espero en Dios que este cumpleaños te traiga toda la felicidad que te mereces. Que tengas aún más salud, larga vida, alegría y que sigas esparciendo luz de bendiciones en nosotros. ¡Te amo sin medida! Feliz cumpleaños

Los accidentes de tránsito y el impacto en la familia

 Los accidentes de tránsito y el impacto en la familia

 

La República Dominicana sigue encabezando penosamente en el mundo unas de las más altas cifras por muertes en sus vías. Esto obliga a que como sociedad además de no cansarnos de referirnos a este tema, no continuemos a su vez, el sendero errado y escabroso de habituarnos a esta tragedia que trae más allá de los costos sociales, económicos y sanitarios, unas graves secuelas de dolor y sufrimiento en las familias dominicanas.  

El problema de los accidentes de tránsito en nuestro país tiene mucho tiempo sin que hasta la fecha se avizore solución alguna, peor aún se ha venido agravando notoria y progresivamente como una enfermedad catastrófica que arrebata la salud y la paz de la población. Claro, no se puede obviar que ante el carnaval de estos siniestros viales graves la ciudadanía se ha conmocionado, pero eso no pasa de ahí; voces se han levantado después de las ocurrencias dando surgimiento a reacciones para que se tomen acciones, a fin de mejorar dicha situación calamitosa, pero todo se queda en retórica.

Cada cierto tiempo vemos que se publican de manera recurrente las estadísticas, las cuales evidencian un aumento preocupante del volumen de siniestros viales con numerosas vidas humanas trágicamente truncadas, teniendo en especial como víctimas un porcentaje significativo de jóvenes. A tal efecto, se anuncian planes y medidas reactivas de cara al nivel de la convulsión existente por la gravedad del accidente ocurrido, que luego en el paso de los días, se pierden en el horizonte del olvido.

Mientras tanto, cada día un hogar en nuestro país resulta impactado de manera directa o indirecta por esta pandemia. Si bien podemos cuantificar el número de los siniestros viales, de los lesionados, muertes o personas afectadas; resulta incalculable el dolor o el rosario de traumas psicológicos que acompaña este proceso en la mayoría de los casos ya que estaríamos calculando el sufrimiento humano, el sacrificio, el duelo. Estos efectos no sólo suponen una gran carga para la economía y sanidad dominicana, sino para las familias que sufren los estragos de estas secuelas de una manera directa

Asimismo, se lanzan proyectos e iniciativas de políticas muy interesantes y de buenas intenciones, pero languidecen como la espuma en el chocolate, porque se ejecutan solo por operativos de momentos, que pueden impactar en ese instante, sin embargo, se desvanecen con celeridad, sin que se logre el efecto consistente de generar un cambio de mentalidad y cultural hacia el orden, el cumplimiento de la ley y el deber cívico ciudadano en materia vial.

Como paréntesis ante lo expresado, es bueno advertir que las políticas públicas no sólo son documentos elaborados en cuartos fríos, con una relación o inventario de actividades y asignaciones presupuestales, su papel va más allá; en el sentido de que deben constituirse apuestas sociopolíticas efectivas para resolver problemas públicos concretos, necesidades individuales y colectivas que son requeridas por la misma sociedad; en definitiva, tienen que ser la materialización de la acción del Estado.

En ese orden debe materializarse como acción concreta del Estado, a modo de ejemplo: no tolerar más la impunidad contra la inobservancia a las leyes y las normas de tránsito por parte de los conductores y los transeúntes, controlar el consumo de bebidas alcohólicas a los conductores, la eliminación de las licencias de conducir a los reincidentes patológicos, más presencia de agentes en las vías de día y de noche, sensibilizar y concientizar a la ciudadanía a través de una permanente y sólida educación vial.

Asimismo, las distintas infraestructuras para la circulación vial debe ser objeto de continuo mantenimiento; así como también se le debe prestar más atención a aquellos puntos cuya frecuencia de siniestros es alarmante; darle mayor carácter a la aplicación de la revista técnica vehicular; por igual urge más control y regulación al uso de motocicletas, por ser la causa número uno en accidentes de tránsito, entre otras acciones que solo requieren un ejercicio de voluntad para que se ejecuten.

Los accidentes de tránsito y sus consecuencias es una crisis de Estado, que no podemos continuar postergando una respuesta contundente, efectiva e integral. Ser indiferente ante este flagelo es un atentado contra el respeto al valor de la vida. Es tiempo de humanizar las vías en la República Dominicana.

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ANGEL GOMERA

Abogado

Santo Domingo de Guzmán

angelgomera@gmail.com

Sensibilidad social y los accidentes de tránsito

 Sensibilidad social y los accidentes de tránsito

Me correspondió involucrarme a consolar a una persona que recibió la inesperada noticia de la pérdida de unos seres queridos en un accidente de tránsito en su área laboral. Para los que coincidimos en aquel lugar, resultó ser una experiencia de gran impacto emocional y tristeza.

Observar y vivir cómo dicho ambiente se cubrió inmediatamente con llantos de desesperación, luto y dolor creando una parálisis momentánea de las actividades que allí se realizan; cada uno de los allí presentes se acercó a brindar un gesto de solidaridad o una palabra de aliento y fortaleza.

Cada día lamentablemente por desgracia las familias dominicanas pasan y están expuestas a recibir ese tipo de noticias trágicas, especialmente los fines de semana o días festivos, donde se producen en las calles, avenidas y carreteras accidentes con numerosas vidas humanas truncadas o apagadas, y un porcentaje significativo son jóvenes.

A pesar de que nuestro país es el que se encuentra con la mayor tasa de mortalidad causada por lesiones en accidentes de tránsito en el ámbito mundial, siento que nuestra reacción como ciudadanía, no se corresponde con la magnitud del problema social, económico y sanitario que representan estos siniestros viales. ¡No perdamos por favor, la capacidad de asombro, despertemos ya!

Algunos ni les importa, otros creen que se ha hecho algo para prevenir estos sucesos; pero entiendo que se puede y se debe hacer aún más con esta horrible pandemia que sigue sin cura ni vacuna, pero lastimando muchas vidas. Urge pasar de la teoría a los hechos; es necesario combatir la distracción y la superficialidad con este tema tan prioritario; el cual está socavando el presente y futuro de la nación.

Está comprobado, que siempre hay que ir más allá, penetrar en lo profundo de las cosas, de hecho, este principio es la esencia misma de las ciencias: “en base a métodos, siempre buscar la verdad”. Lo verdadero y real es que debemos trabajar sin pausa en la raíz de este mal, y hacerlo con una actitud no arrogante respecto a la realidad de las cosas.

¿A dónde ha ido a parar la sensibilidad social con respecto al problema del tránsito? ¿Seguiremos pasando por alto frente al cuerpo sin vida o mutilado de otro ser humano producido por un siniestro vial? ¿Continuaremos jugando a la indiferencia y a las medias tintas? ¿Cuándo empezaremos a darle realmente la cara a este lastre?

No es aconsejable seguir viviendo esta pandemia del tránsito dominicano como en una película ficción, con la tendencia a ver estos eventos siniestros viales como ajenos a nuestra realidad cuando la verdad es que somos parte de estos. Debe preocuparnos que la continua exposición de esta violencia vial nos lleve a la normalización cuando no lo son y que continuemos perdiendo el valor social de la sensibilidad humana.

Por lo tanto, se requiere humanizar las carreteras, calles y avenidas, con una agresiva promoción y enseñanza de la educación vial en los distintos ámbitos, socialización y centros educativos, más la aplicación de un régimen de consecuencias firme ante las infracciones de tránsito, que busque aplicar la ley para hacer justicia.

¡Es tiempo de defender la vida en el camino o en lo vial! Recurro a esta frase de Martin Luther King, el cual plantea que: ¨Siempre es el momento apropiado para hacer lo que es correcto¨.

 

ANGEL GOMERA

Abogado

Santo Domingo de Guzmán

angelgomera@gmail.com

Un pacto por la dignidad

 Un pacto por la dignidad humana

El Estado dominicano garantiza el reconocimiento de la dignidad humana de acuerdo con lo que consagra el artículo 38 de la Constitución, el cual dispone que el Estado se fundamenta en el respeto a la dignidad de la persona y se organiza para la protección real y efectiva de los derechos fundamentales que le son inherentes. Plantea, además que la dignidad del ser humano es sagrada, innata e inviolable; su respeto y protección constituyen una responsabilidad esencial de los poderes públicos.

Es entendible que este texto constitucional reconoce como valor supremo la dignidad de la persona; pero a la vez nos interpela e invita como ciudadanía a que ese derecho fundamental se lleve de la teoría a la práctica; que se sitúe realmente en el centro del compromiso por el bien común, es decir que constituya el fundamento último de toda acción humanizadora; dado el hecho de que nos enfrentamos como sociedad a una amplia gama de situaciones que desafían el valor innato de cada individuo.

No hace falta ir muy lejos de nuestra realidad para ver personas sufrir por vivir situaciones poco dignas e inhumanas. Observar cómo el drama de la pobreza y la desigualdad social continúa siendo uno de los fenómenos que más contribuye a negar la dignidad de tantas vidas. Percibir tristemente que en nuestras calles viven muchos seres humanos cubiertos por la indigencia y la indiferencia.

Lamentablemente no hay que llegar muy lejos para advertir como crece las adicciones a las drogas convirtiendo a muchos en seres zombies, y que sorprendentemente en vez de intensificar la aplicación efectiva de políticas de prevención y atención con respecto a ese flagelo, se ejercen acciones cada vez más opacas y débiles. Además, ver como se normaliza pasmosamente la cultura de la violencia; como el tráfico de armas, drogas y la trata de personas adquiere hoy dimensiones funestas.

Tampoco podemos obviar el lado sombrío del progreso tecnológico, en el cual mentes aviesas están generando un ambiente digital oscuro de explotación, exclusión, mensajes falsos y denigrantes, la difusión de la pornografía, calumnias, ciberacoso y una dependencia espantosa a la soledad y de progresiva pérdida de contacto con la realidad, aspecto este, que dificulta el desarrollo de auténticas relaciones interpersonales.

Así mismo, no debemos remontarnos más allá, para apreciar como intereses egoístas y corruptos promueven una visión reduccionista de la persona conduciéndonos a una degradación social. Se olvidan estos que sus actitudes egocéntricas, su dignidad se pierde al cometer actos indignos por viles y crueles. Igualmente, como la inexistencia de recursos económicos combinada con enfermedades sin el debido acceso a servicios sanitarios está propiciando que una parte de la población la esté pasando muy mal.

De igual manera, no hay que cruzar grandes distancias, para considerar como avanza peligrosamente la cultura del descarte en la sociedad de hoy, la cual se está tragando a la persona por el solo hecho de envejecer; la mirada que quiere primar sobre el anciano es considerarlo como una carga molesta y que por su sola condición se intenta devaluar la dignidad que entraña.

Visto todo lo anterior, se hace elemental comprender desde la planicie de la conciencia, que la falta de respeto a la dignidad humana como base fundamental, de un Estado Social y Democrático de Derecho, es generadora de gravosas situaciones de deshumanas y de grandes grietas, sociales, culturales y económicas; que podrían tener respuestas convincentes si asumimos que ¨el reconocimiento constitucional de la dignidad del ser humano equivale al acatamiento de su derecho a tener derechos y poder garantizarlo sin retórica ninguna¨.

Firmemos juntos un pacto - compromiso que coadyuve a la realización concreta y efectiva de la dignidad humana. Que como Estado no sólo fijemos atención en protegerla, sino también en garantizar las condiciones necesarias para que florezca la promoción integral de la persona humana; y así dar auténtica cabida a la edificación de un mundo más equitativo, más justo, más pacífico, más compasivo y saludable.

 

ANGEL GOMERA

Abogado

Santo Domingo de Guzmán

angelgomera@gmail.com