Quiero casarme contigo
Quiero casarme contigo entre
palmeras y rayos de sol; entre el sonar de las campanas y el murmullo de las
olas; vestido con el aroma del café en las montañas y con el toque tierno del
aliento de tu boca. Y entonces navegar junto a ti, entre cielos, océanos,
planetas y estrellas.
Quiero casarme contigo, para
suspirar eternamente entre sábanas y almohadas; cosechar cada mañana el rocío
de tu aroma en las praderas de mi alma desnuda; sumergirme con devoción en la
profundidad de tus fragancias florales. Y recibir de ti en cada instante, entre
aurora y crepúsculo; entre silencio y deseos, el dulce néctar de tus labios
embriagadores.
Quiero casarme contigo, sin
titubeos ni miedos a tormentas ni avatares, ya que tus alas de mariposas son refugios
fortificados con diseños estratégicos de ternura, pasión y esperanza. Eres
silueta seductora que cobija mis ansias y provoca mis sentidos; ahí quiero
permanecer succionando el elixir de tu frescor envuelto en rosas.
Quiero casarme contigo, para nunca
apartarme de tu mirada luminosa, que estremece y arrulla con devoción cada
célula de mi ser; mirada que pone a flotar mis pensamientos y empapa mis
sequías con delirios gratos y furtivos.
Quiero casarme contigo, para
recorrer palmo a palmo toda tu geografía universal. Ser alpinista en cada una
de tus voluptuosas colinas; para luego descender al cenote donde escondes lo
más sublime y perfecto. Es que predestinadamente, la hondonada de tus
bragaduras es manantial de versos, notas musicales, miel e ilusiones
sempiternas y celestiales.
Quiero casarme contigo, y dejarme bañar por las olas de pétalos
que van y viene al compás de un violín; mecerme en tu lecho de arenas blancas
con la complicidad del calor de un sol tropical; y abandonarme a las delicias
de la suave brisa que toca mi rostro enamorado.
En definitiva, quiero casarme contigo, entre mirra e incienso;
entre oraciones y vítores; imbuido por un firme compromiso eterno, en el sagrado
altar de lo divino; ambientado por dulce canción de amor que nunca se detenga y
que agite mis palpitaciones de felicidad hasta la ancianidad.
Por Angel Gomera
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