Estabilidad
económica, medio ambiente y el ordenamiento territorial, impostergable.
Nuestra bella y amada
República Dominicana, es una tierra bendita que emerge con esperanza desde las
entrañas de los mares, con encantos y atractivos ecológicos que deslumbran en
sus diferentes puntos cardinales. A esta beldad divina, se le denomina madre de
las tierras, por sus cualidades únicas y paradisíacas.
A todo lo anterior, se le
agrega a esta heredad otro plus, como bondad a resaltar y ponderar; el hecho de
que en los últimos tiempos ha exhibido un notable y sólido crecimiento
económico, provocando esto, que como país nos hayamos convertidos en unas de
las economías de mayor crecimiento en América Latina y el Caribe durante la
última década.
Pero claro, la pandemia y
otros factores externos que nos han tocado con furor y de manera imprevista
como al resto del mundo, han impactado significativamente esos avances
positivos.
Otro fenómeno externo que ha
conmocionado a la economía dominicana y los mercados globales, es el que se
deriva de los impactos de la guerra entre Rusia y Ucrania, ya que ha
contribuido a elevar de forma significativa los precios internacionales de
algunas de las materias primas más importantes que se comercian a nivel mundial
como petróleo, cereales, grasas comestibles e insumos para fertilizantes; y de
las cuales como país dependemos cerca de un 100% de las importaciones.
La consecuencia final de
todo lo descrito anteriormente ha sido para todos sin excepción, ya que ha
acontecido una reducción amenazante del bienestar social y la paz tanto en
economías emergentes o en vías de desarrollo, como en los países
industrializados.
Muestra intención con lo
precedente no es solo sumergirnos en resaltar las cualidades naturales que
poseemos; ni tampoco imbuirlos en un análisis cabal de nuestro panorama
económico; ni tampoco estudiar el fenómeno del impacto de la guerra en nuestra
nación; de ninguna manera.
Lo que sí creemos propicio y
oportuno alertar, es que partiendo de esas condiciones naturales maravillosas
que nos adorna y de la imagen económica positiva que hemos construido ante la
comunidad internacional; debemos entonces activarnos a evitar, que ese camino
de desarrollo económico y sostenibilidad ambiental sea eclipsado o se diluya en
el mañana próximo.
Es por ello que debemos ser
precavidos, no solo en cuanto al manejo de las variables macroeconómicas, sino
también en cuanto al significado nodal que tiene el turismo como pilar
trascendente de ese crecimiento económico que se hace notar a nuestro favor en
el ámbito internacional.
A la sazón, es pues la
necesidad y obligación que tenemos como Estado de prestarle atención a un
fenómeno interno que sumado a los demás desafíos actuales que hemos hechos
alusión anteriormente, se podría convertir este ingrediente en un cóctel
molotov, que incida en destronar el escenario de conquistas y avances que hemos
alcanzado hasta el momento.
A lo que nos referimos
precedentemente, es al serio problema que ocasiona la falta de ordenamiento
territorial en el país, el cual trae consigo trastornos y descontrol social,
político y económico.
Pero, ¿qué es el
ordenamiento territorial?
Es el conjunto de acciones
transversales del Estado que tienen como cometido visualizar, comprender,
gestionar e implementar una ocupación ordenada y un uso sostenible del
territorio, ajustadas a criterios de las tomas de las mejores decisiones.
Estas acciones políticas
administrativas y de planificación física en el territorio; las cuales cuentan
con soporte técnico, regulan y promocionan la localización de la población, el
desarrollo de todas las actividades económicas y sociales, de forma que se
logre un desarrollo sostenible que prevea las potencialidades y limitaciones
existentes por los criterios ambientales, económicos, socioculturales,
institucionales y geopolíticos.
¿Por qué debemos prestarle
sumo interés al ordenamiento territorial y uso de suelo?
Porque entendemos que
nuestro desarrollo económico, social y político dependerá en la medida en que
evitemos el caos en el territorio y el uso de suelo; es decir que se priorice
de manera efectiva como políticas de Estado, una adecuada gestión de los
asentamientos humanos, de la protección, cuidado y preservación del medio
ambiente; y un enfoque cualificado y equilibrado de la competitividad y
cohesión territorial.
En ese sentido plantea el
experto en esa materia Ángel Massiris Cabeza, Doctor en Geografía y Profesor de
la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, que este proceso requiere
decisión política, asesoría técnica y asignación presupuestaria, con la finalidad
de “organizar, armonizar y administrar la ocupación y uso del espacio, de modo
que éstos contribuyan al desarrollo humano ecológicamente sostenible,
espacialmente armónico y socialmente justo.
Añade además, que en estos
procesos confluyen las políticas ambientales, las políticas de desarrollo
regional, espacial o territorial y las políticas de desarrollo social y
cultural, cuya naturaleza es determinada por el modelo de desarrollo económico
dominante en cada país”.
¿Qué se observa como
comportamientos inadecuados y desafiantes por la ausencia de políticas
orientadas al ordenamiento territorial y uso de suelo?
En las actuales
circunstancias observamos con preocupación, la atomización o crecimiento
caótico de los territorios.
Esto se puede apreciar en el
hecho de cómo las áreas urbanas siguen creciendo de forma no planificada y
desordenada, con escasa conectividad y falta de servicios públicos; mientras
tanto las áreas rurales se están despoblando, y estas constantes migraciones
generan incremento peligroso de cordones de miserias o sectores vulnerables y
propensos a desastres por fenómenos atmosféricos.
Nos entristece observar que,
en los entornos de las cañadas, de los ríos, de las carreteras recientemente
construidas y hasta las áreas protegidas, son ocupadas e invadidas con cierta
facilidad y permisibilidad.
Asimismo, es muy lamentable
que, debido a la falta de planificación territorial, se continúen conformando
espacios habitacionales, en terrenos con vocación agrícola sin el debido
criterio científico.
En cuanto al medio ambiente,
vemos como gran parte de los problemas ambientales y las dificultades en el
manejo sostenible de los recursos naturales, por ejemplo: la degradación del
potencial hídrico y del suelo, la deforestación para conuquismo y ganadería, la
destrucción de los ecosistemas, la contaminación del aire y del agua, la
acumulación de desechos sólidos y los asentamientos humanos inadecuados, son
parte de las consecuencias por la ausencia de políticas orientadas a dar uso
adecuado al territorio.
Entonces ¿Qué hacer como
Estado?
Debemos cumplir sin
postergación ninguna con el mandato de la Constitución de la República en su
Título IX, relativo al Ordenamiento Territorial y la Administración Local, en
el artículo 194, que establece como “prioridad del Estado la formulación y ejecución
mediante ley de un plan de ordenamiento territorial que asegure el uso
eficiente y sostenible de los recursos naturales de la nación, acorde con la
necesidad de adaptación al cambio climático”.
Estamos conscientes, que
tenemos en existencia un marco normativo e institucional que consagra de manera
“tenue” la planificación del territorio; pero el mismo es muy disperso, sin
mucha visibilidad y con escasas aplicación e implementación; lo cual pone en
estado de dificultad y rezago la puesta en marcha de acciones sistematizadas en
el contexto local y nacional.
Es por ello que nos sumamos
a las voces que claman por la necesaria aprobación de la Ley de Ordenamiento
Territorial y Uso de Suelo; la cual no sería la panacea perfecta, pero si el
instrumento idóneo que eliminaría discrecionalidad en materia de uso de suelo.
Asimismo, con esta ley se
contará con un plan integral que abarca los ejes prioritarios que necesita el
Estado dominicano al momento de ejecutar las acciones correspondientes.
En el entendido que todo
desarrollo sostenible anhelado va de la mano de un ordenado uso del territorio,
por lo que es necesario que como Estado revisemos, ordenemos y planifiquemos de
forma inteligente esa parte. Así, las
conquistas logradas en el porvenir estarán debidamente orientadas en una misma
dirección, obteniendo resultados más efectivos.
En definitiva, es hora
lograr los consensos requeridos, y concederle al país esta fundamental ley, que
ayudará a mejorar la calidad de vida de la población de manera significativa,
fomentará la integración social en el territorio y va a procurar el buen uso y
aprovechamiento de los recursos naturales y culturales. No más brincos y
aprobemos dicho proyecto.
Ángel Gomera
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