¡Es Tiempo de Dialogar!
El ser humano, por ser un ente social está llamado
a vivir en sociedad, el relacionarse con lo demás es fundamental para la vida
misma, su interacción es parte esencial para su bienestar, salud y desarrollo,
ya que el aislarse constituye una afrenta a su propia existencia. De ahí es
pues, que estamos llamados a convivir para vivir mejor, alimentándonos cada día
con dosis de buen trato y humanidad; y sobre todo reconociendo que somos
diferentes y que nos necesitamos los unos a los otros.
El ser diferentes no significa que debemos vivir en
la paranoia de un competir salvaje o un lastimarnos hasta destruirnos; más por
el contrario, nos debe motivar a afrontar juntos constructivamente esos
desafíos y peligros que a diarios debemos rebasar, propiciando un cambio de
actitud en nosotros, que evite el asumir comportamientos que sean una
amenaza seria y corrosiva a la convivencia. Y es que el ser humano en este
peregrinar terrestre, fruto del tener que convivir recíprocamente, se verá siempre
expuesto a dificultades, penurias e incordios, que atará su existencia al mundo
complejo de los conflictos.
Los conflictos son parte de la vida misma de la
persona y hasta nos atrevemos a decir, que le dan sentido a la vida. Pero
tendrá sentido, si la persona en ese relacionarse y actuar, a pesar de su
resistencia y antagonismo con el otro, asume como respuesta el construir un
estilo de vida que le aleje de la cultura de la violencia, tan promovida en
nuestros contextos, buscando como aliada
estratégica la herramienta del diálogo, lo que facilita encontrar aquellos
puntos o elementos convergentes dentro del vendaval de las contradicciones y
divergencias.
Es que la violencia siempre será una respuesta
equivocada e inoportuna, pero que lamentablemente en estos tiempos está siendo
muy utilizada en los diferentes ambientes en donde nos desenvolvemos, sin medir
las consecuencias y los estragos que está causando en el tejido social.
En nuestro país observamos con mucho pesar que en
un condominio de clase media- alta, por un parqueo se pierde una vida; que por
un percance en el tránsito por leve que sea, se agrede físicamente sin
vacilación y sin mediar palabras a la otra persona; que en las calles nadie
quiere ceder el paso, porque al parecer la prisa es más importante que el valor
del respeto y la dignidad humana. También vemos con preocupación, ciertos
debates en los medios, que utilizando un lenguaje rancio y agresivo, te
arrastran si te descuidas a posturas agrias y malhumoradas; de igual manera contemplamos
que el interactuar en un residencial o vecindad está opacado por el
desconocerse y la frivolidad, que hasta muchas veces resulta más fácil realizar
un viaje al planeta Marte, que el ir y visitar el vecino que está al lado, y
todo esto por no socializar.
En ese mismo orden vemos con gran inquietud, individuos que salen a recrearse a lugares de diversión con la ropa puesta del pleito y la discordia, en lugar de centrarse en el disfrute y el compartir; familias que lejos de educar para el diálogo, se han convertido en aulas del mal vivir, enseñando a gritar en todo, a lastimarse sin consideración con palabras cargas de todo color y hasta pegarse sin límites, ni medir resultados colaterales; matrimonios que por no comunicarse de manera asertiva y eficaz, prefirieren que el cáncer del divorcio hiciera metástasis en su unión de amor; ciudadanos que ante situaciones menores y sin complicaciones, prefieren un litigio tedioso y costoso que un buen diálogo reparador; individuos que vierten todo cuanto le ocurre en las redes sociales, porque creen que en ese mundo cibernético desconocido están sus verdaderos amigos.
De todo lo expuesto anteriormente, hemos llegado a
la conclusión de que “es tiempo de dialogar”, ya que es vital para la
convivencia humana, pues no hay otro modo de articular proyectos comunes y de
sumar las ideas, aportes, experiencias y conocimientos de todos, sino es por el
diálogo. El mismo es tan enriquecedor, ya que da cabida a derrumbar muros y
hacer posible la reconciliación. Sin el dialogo y la comunicación, como dice el
escritor Carlos Fuentes, “no hay desarrollo y futuro, nos aniquilamos y
perecemos; donde no hay comunicación y dialogo, uno se atrofia, al carecer del
aire fresco para respirar (para vivir), y termina uno corrompiéndose, en todos
los sentidos”.
Todos queremos convivir en paz y en armonía, es un
anhelo, pero siento que estamos dedicando más energías y tiempo en reclamar o
exigir derechos, lo cual no es malo; siempre y cuando pongamos el mismo interés
en asumir nuestros deberes. Gandhi, lo explica claramente diciendo:
“Si vienes a reclamar tus derechos, conoce primero tus deberes. La verdadera
fuente de los derechos es el deber. Si todos cumplimos nuestros deberes no
habrá que buscar lejos los derechos. Si, descuidando nuestros deberes, corremos
tras nuestros derechos, estos se nos escaparan como un fuego fatuo. Cuanto más
lo persigamos más se alejaran”.
Vivir en un mundo carcomido por el odio, el
egoísmo, la intolerancia, el resentimiento y las divisiones, no es la meta a perseguir,
es lo que debemos detener; de ahí es que el deber llama, a que con nuestras
actitudes oxigenemos con aires de sosiego y unidad nuestra sociedad.
El dialogo es un gran purificador de cualquier
ambiente, podrá resultar difícil efectuarlo, si se realiza en una atmosfera
cargada de heridas o recelos, no obstante siempre será una excelente
oportunidad para abrir pasos hacia el camino del perdón y la edificación mutua. Por eso debemos aprender a dialogar,
respetando las opiniones ajenas, no imponiendo las nuestras, ni querer
avasallar, ya que lo que se trata es que a través del intercambio de
impresiones positivas en un ambiente cálido y agradable, traiga
consigo conclusiones útiles, que nos ayude a crecer personalmente, sin
vencidos ni vencedores, sino un ganar – ganar en ambas direcciones.
Tenemos que cuidar en no reducir el dialogo a un
elemento táctico, ni mucho menos a un recurso cortoplacista, destinado
solo a resolver dificultades o desavenencias coyunturalmente; sino a un
mecanismo eficaz, sabio y permanente que inspire cada decisión o acción de los
ciudadanos, sin importar su status o condición social, ideológica o política,
en pro de fortalecer la democracia, la convivencia pacífica, la cultura del
encuentro y sobre todo la paz en todos los escenarios de nuestras vidas,
porque ¡Es Tiempo de Dialogar!
Lic.
Ángel Gomera
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