Mostró ante mi su gloria
Mateo 17, 1-9
El ser humano libra en su interior un fuerte combate espiritual entre el bien y el mal, alimentado en muchas ocasiones por fenómenos o luces fantasiosas del exterior, que inducen a vivir una existencia superficial y sin contenido. Si asumimos esta actitud colocamos nuestra vida al borde de un acantilado peligroso, que nos pone en riesgo de sucumbir ante el abismo oscuro y sombrío del relativismo, en donde solo existe confusiones, llantos, desconsuelos, frustraciones, miedos y vacíos; haciéndonos perder el horizonte de la esperanza y del valor de la dignidad que Dios nos ha provisto. Es que fruto de esa rutina diaria, mecánica y sin profundidad, tendemos a ser muy flexibles y dispuestos a las tentaciones y seducciones del maligno; proceder este, que tiende a hacer pedazos todo tu metro cuadrado: familia, matrimonio, trabajo, empresa, amistades y hasta la vida misma.
De ahí pues,
que este evangelio de manera impresionante y hermosa, nos revive de manera
personal el momento en que Jesus nos hizo el llamado, es decir, nos escogió por
nuestro nombre y apellido, para que vivamos esta espectacular y esperanzadora
aventura del verdadero amor que nos lleva a la felicidad y a una vida plena;
del mismo modo que lo hizo con Pedro, Santiago y Juan.
Apreciar este
pasaje bíblico me hizo rememorar que Cristo, el Hermano Mayor, al igual que
esos discípulos, me tomo por la mano con tierna delicadeza y me aparto del
mundo, llevándome al monte más alto del cursillo de cristiandad a vivir un
dichoso y afortunado fin de semana, que impacto de manera favorable en mi
corazón, ya que El mostró ante mis ojos su gloria, transfigurando mi ser y dándome
la oportunidad de sumergirme en el manantial de su gracia.
Tuve el
privilegio de contemplar su rostro misericordioso en el Santísimo, en donde me
susurro en aquel divino silencio, no tener miedo ante los tantos desafíos, sufrimientos
y desiertos, ya que nunca me dejara solo y en El siempre habrá victoria. Por lo
que de inmediato me alentó a levantar el vuelo con firmeza y alegría en el
cielo amplio y azul de la vida con entrega, ilusión y espíritu de caridad.
Claro está, sin abandonar la oración, como herramienta vital para perseverar en
el camino de la fe. Amigos (as), el apartarnos, orar y escuchar nos permite
conocer y amar con intensidad a Dios.
Angel Gomera
#749
Amén
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