Se levanta el alba con majestad, entre sonrisas y rosas perfumadas, entre luz y dulzura tropical, entre arroyos alegres y valles exuberantes.



Se levanta el alba con majestad, entre sonrisas y rosas perfumadas, entre luz y dulzura tropical, entre arroyos alegres y valles exuberantes.
Celebrando sus 74 años
Una alfombra de pétalos de amor cubre el Mar Caribe. Espumas de versos alegres se entremezclan con las olas tropicales, que bailan al compás de una gratitud perpetua.
Allá en la orilla de la playa, las arenas se visten de un blanco resplandeciente de pureza, esperando el acostumbrado toque de la marea que, reflejando con denodada ilusión; entre vaivenes de idas y vueltas; entre brisa suave y palmeras; conjugan en complicidad, un espectáculo gozoso de inigualable belleza.
Las nubes sonríen y aplauden por tan maravilloso espectáculo; el sol brilla vestido de fiesta con toques especiales de bendición; las aves con pericias extraordinarias forman un gran corazón en el cielo; y las montañas agarradas de las manos con las llanuras escucha el acorde de felicidad tocado por los valles.
Todo esto ocurre por ti Madre bendita; es que, tú cumpleaños 74 moviliza la naturaleza; pone a cantar las piedras del arroyo; le concede caudal rebosante a ríos sedientos, bajo el cortejo majestuoso de bosques sonrientes, vestidos con el impresionante verdor de la esperanza.
Asimismo, hace danzar los peces felices en el gran océano de los anhelos e ilusiones; les da vida y armonía a los arrecifes de coral, convirtiéndolos en eterna primavera con extraordinaria multiplicidad de colores; ahí, se aprovechan los caracoles frescos jugueteando con los hipocampos, en la platea del inmenso y hermoso mar azul.
Y las gaviotas con sus esmóquines blancos, aletean sus alas en el viento; galanteando su mejor vuelo y salpicando la luna, con sus zambullidas afanosas, en aquel mar de la quietud.
Tú día de días, madre de luz; llena mi corazón de inspiración y poesía divina; me hace elevar cánticos de agradecimiento al Altísimo, por concederme la dicha excelsa de salir de tu vientre beato. Eres un ser que nunca se deja ganar en un amor sin límites, que sana con su sonrisa, miheroína santa.
A Dios le pido que le santifique todos los días de su vida, me le conceda salud y larga vida. Que nos permita como familia y cómo hijo, prodigar en cada instante, sin la mínima fisura, de un amor gigantesco que la haga más feliz en cada instante y suspiro. Que me permita ser un digno hijo ante sus ojos dando testimonio de vida.
Sabes madre mía, que te amo inmensamente y con devoción, que hasta me quedé corto en lo que te escribí.
Feliz cumpleaños, madre adorada y amada: cariñosamente Migdalia.
Tú hijo
Ángel Gomera
Hacia una sociedad Zombie. ¡Cuidado!
Hoy la sociedad está permeada de vivir en un mundo de apariencias o máscaras, en donde la simulación es siamesa de lo irreal; es decir, se vende lo que no se vive; lo mercurial desplaza la centralidad del ser humano; lo escandaloso y violento crea likes y tendencias; se procura visibilizar la intimidad para que otro por más extraño que sea, la valide; con la única pretensión de convertirse en ¨influencers¨ más allá de lo racional.
Este aparentar envuelto en ficción genera vacíos; por lo tanto, es un ejercicio peligroso de la posfelicidad; donde lo virtual o superficial desplaza a la realidad física; generando a su vez unas series de individuos autómatas, desgastados por un exhibicionismo egocentrista acentuado. Vale decir, viven nublados con una mente de deseos etéreos y un ego implacable, absorbido en su individualismo y barnizado por un relativismo tan confuso y oscuro.
En definitiva, en este tipo de sociedad, se cuida la carátula o exterior más que el interior; lo insustancial se coloca por encima de las ideas; se ejercita progresivamente la cultura de la inmediatez: el aquí, el ahora, lo fácil y la búsqueda de atajos sin escrúpulos para llegar a un fin, por encima del debido proceso; y, por lo tanto, se trata de normalizar los vicios, las mentiras, la corrupción y todas las actitudes espurias y abyectas.
Todo parece indicar, sin ser pesimista ni alarmista, que caminamos hacia una sociedad de zombies; controlados, deslumbrados y enceguecidos por una falsa libertad. En donde queremos hacer todo cuanto se nos antoje, sin importar cruzar límites, aunque esto conlleve nuestra propia destrucción.
Esa falsa libertad nos está llevando poco a poco a la deshumanización; creando unas series de seres crueles, capaces de perturbar el orden y armonía de la familia; y desmoronar de manera consciente e inconsciente, todas las herramientas de control, equilibrio, principios y valores en la sociedad. Su norte es legitimar e imponer por cualquier medio, sus oscuras pasiones y placeres de manera totalitaria.
En esa llamada sociedad zombi, se puede observar cómo ciertas personas, se están sintiendo cada vez más desorientadas e incapaces, de actuar de un modo racional dentro de su entorno. Sus miedos, estrés y ansiedades más profundas, quieren ahogarlas en alucinógenos y drogas disociativas. Se adentran de tal manera, que convierten su dignidad en un pútrido estado de descomposición.
Estas personas zombies dan la impresión de hallarse vagando sin rumbo, ni propósito; caminan como muertos vivientes, caracterizado por una indiferencia pasmosa; sin voluntad para hacer el bien, pero obsesivos furibundos hasta la inconsciencia más salvaje.
Su fin, subyace en diluir la frontera entre el bien y el mal. Se tropieza con tragedias, sin que estas se noten, fruto de una insensibilidad social espeluznante; ya que alimenta de la violencia, hacedora de pesadillas traumáticas y partera de desgracias. Su único propósito es sembrar sufrimiento y dolor. Su lugar predilecto es el cerebro, lo contagia, lo obnubila y lo utiliza como plataforma de propagación, ya que se alimenta de la baja inteligencia emocional.
En esa sociedad zombie se intenta empujar a la moral a un limbo o más bien al ocaso; ya que las maltrechas referencias gelatinosas y biografías escabrosas, gozan célebres.
La misma, es cómplice de la sociedad de la posverdad, la cual crea una metamorfosis extraña; lo que antes era vicio ahora es virtuoso. Lo absurdo e ilógico, se valida como norma. La perversidad y la violencia, se quiere visibilizar como una costumbre aceptada, porque se ancla en el todo depende.
¿Qué hacer para no sucumbir ante este escenario apocalíptico?
Es tiempo de despertar lo humano; es decir abrir el corazón y la mente, a la voz de la conciencia, para que nos avise de esos peligros y amenazas latentes; para que reconozcamos con valentía esas ¨ideologías¨ que procuran zombificar a la sociedad; y para que nos estimulemos unos a otros en revolucionar la superioridad del bien, la belleza y la verdad.
Es tiempo de volver al arte del buen vivir; de comprometernos con el ejemplo, a mantener alejados de la sociedad esos gérmenes corrosivos que contaminan la vida de las personas.
Es tiempo de edificar un mundo maravilloso, pintando con los colores de la compasión cada rostro cubierto de sufrimiento. Hacer florecer la sonrisa de la esperanza, más allá de las oscuridades que siembran confusión y dolor. Provocar la bondad más allá de las murallas del corazón.
Finalmente, es tiempo de generar conciencia y respeto por la vida, para así, discernir con madurez, cada proceder y pensar; abrevando con raciocinio en el manantial de la prudencia, la justicia y el amor. Fomentando lo sensato, la cordura y la paz en cada acto; evitando siempre menospreciar y dañar a los demás. En definitiva, hacer un buen uso de la libertad sin que sea afectada por el desenfreno y la soberbia.
Angel Gomera
Democratizar la mediación como política pública.
Entiendo que existe en la República Dominicana, un anhelo creciente de trabajar por una efectiva convivencia pacífica, dado el incremento alarmante de situaciones o controversias que, en muchos casos por cuestiones menores no atendidas oportunamente, se están convirtiendo en sucesos trágicos y lamentables.
Dicho lo anterior, en el caso dominicano y en otros países latinoamericanos, podemos observar el desborde que han venido experimentando, los esquemas tradicionales del sistema de justicia o las estructuras del Estado para poder dirimir ese aumento progresivo en la conflictividad; que obedece a unas series de múltiples factores socioculturales, estructurales, de comportamientos; entre otras causas.
Concibo que nuestra misión de Estado, es la de proporcionar soluciones institucionales a las partes en conflictos para alcanzar una vida en paz y armonía como ciudadanía; evitando a cada quien, tomar acciones para hacerse justicia por su propio medio o la venganza privada. Por lo tanto, la tarea de dar respuesta efectiva y participación a las comunidades con sus expresiones organizadas, debe ser una prioridad mayúscula.
En este sentido y por lo antes expresado, es que se hace perentorio e inaplazable la mayor expansión y consolidación de los métodos alternos de resolución de conflictos, particularmente la mediación, en todo el territorio nacional, para todos aquellos casos que lo ameriten de acuerdo a la norma.
Esto así, para contribuir a la descongestión de los tribunales con asuntos o disputas que puedan alcanzar una solución sin necesidad de ser judicializados. Por lo que esto, ayudará a ir desplazando la cultura del litigio ante situaciones que, por su naturaleza, es posible otro tipo de abordaje y por tanto de una solución favorable a las partes en disputas.
En el entendido que la mediación suele ser un catalizador idóneo y democrático, para que el acceso efectivo a la justicia sea una realidad. Proponemos pues, las siguientes sugerencias, para ser analizadas y puesta en marcha como políticas públicas en la nación dominicana:
Procurar la aprobación de normativas legales especializadas en resolución de conflictos (Ley General de Mediación y Conciliación de Conflictos) en el país. La mediación es una expresión democrática y oportuna de la justicia, pues en ella las personas participan directamente en la construcción de soluciones a sus conflictos.
Insertar los mecanismos alternos de resolución de conflictos en materia de condominios. Es decir, promover y fortalecer la mediación en el ámbito comunitario, escolar, familiar, juvenil, ambiental, penitenciario, entre otras realidades de socialización.
Establecer marco procedimental para la regulación, ejecución y aplicación de los métodos alternos de resolución de conflictos, a través de la implementación de protocolos, procedimientos, reglamentos, resoluciones, código de ética, criterios de calidad y normativa de habilitación y certificación.
Proveer la habilitación de Espacios de Mediación de Conflictos en todas las fiscalías barriales, donde podamos atender de manera oportuna los casos que, aunque no están tipificados dentro de las infracciones penales se puedan derivar en ello. Así como, también promover centros de mediación comunitarios, a través del Ministerio de Interior y Policía, a fin de coadyuvar con la seguridad ciudadana y una cultura de paz.
Fomentar la habilitación de espacios de Resolución de Conflictos en las estructuras municipales (Alcaldías y Juntas de Distritos Municipales), a fin de contribuir con la preservación de la convivencia pacífica; garantizando así, decisiones más democráticas, participativas e inclusivas en el orden local.
Incluir dentro de la carrera laboral de los operadores y administradores de justicia, la figura del mediador de conflictos como tercero neutral y auxiliar del Ministerio Público; función esta, que sea ejercida por personas que cumplan con el perfil y las competencias requeridas.
Desarrollar sistemas de registros, monitoreo y análisis de las situaciones de violencia y el nivel de conflictividad en los diferentes ámbitos de socialización. Aquí cabe plantear la creación de un Observatorio Nacional de la Violencia y los Conflictos.
En definitiva, urge impulsar el fortalecimiento de la mediación como política pública por parte del Estado dominicano, para que las partes en conflicto puedan dialogar y generar soluciones a conflictos, que pueden derivar por el uso irracional de la violencia en situaciones funestas.
Por tanto, es necesario intensificar los procesos de formación y capacitación en todos los ámbitos de socialización, sobre los beneficios de la mediación como solución alternativa idónea ante los conflictos; analizando a su vez, sobre el impacto que ésta genera en la sociedad.
Si el hombre fracasa en conciliar la justicia y la libertad, fracasa en todo. (Albert Camus)
ÁNGEL GOMERA
Entiendo que existe en la República Dominicana, un anhelo creciente de trabajar por una efectiva convivencia pacífica, dado el incremento alarmante de situaciones o controversias que, en muchos casos por cuestiones menores no atendidas oportunamente, se están convirtiendo en sucesos trágicos y lamentables.
Dicho lo anterior, en el caso dominicano y en otros países latinoamericanos, podemos observar el desborde que han venido experimentando, los esquemas tradicionales del sistema de justicia o las estructuras del Estado para poder dirimir ese aumento progresivo en la conflictividad; que obedece a unas series de múltiples factores socioculturales, estructurales, de comportamientos; entre otras causas.
Concibo que nuestra misión de Estado, es la de proporcionar soluciones institucionales a las partes en conflictos para alcanzar una vida en paz y armonía como ciudadanía; evitando a cada quien, tomar acciones para hacerse justicia por su propio medio o la venganza privada. Por lo tanto, la tarea de dar respuesta efectiva y participación a las comunidades con sus expresiones organizadas, debe ser una prioridad mayúscula.
En este sentido y por lo antes expresado, es que se hace perentorio e inaplazable la mayor expansión y consolidación de los métodos alternos de resolución de conflictos, particularmente la mediación, en todo el territorio nacional, para todos aquellos casos que lo ameriten de acuerdo a la norma.
Esto así, para contribuir a la descongestión de los tribunales con asuntos o disputas que puedan alcanzar una solución sin necesidad de ser judicializados. Por lo que esto, ayudará a ir desplazando la cultura del litigio ante situaciones que, por su naturaleza, es posible otro tipo de abordaje y por tanto de una solución favorable a las partes en disputas.
En el entendido que la mediación suele ser un catalizador idóneo y democrático, para que el acceso efectivo a la justicia sea una realidad. Proponemos pues, las siguientes sugerencias, para ser analizadas y puesta en marcha como políticas públicas en la nación dominicana:
Procurar la aprobación de normativas legales especializadas en resolución de conflictos (Ley General de Mediación y Conciliación de Conflictos) en el país. La mediación es una expresión democrática y oportuna de la justicia, pues en ella las personas participan directamente en la construcción de soluciones a sus conflictos.
Insertar los mecanismos alternos de resolución de conflictos en materia de condominios. Es decir, promover y fortalecer la mediación en el ámbito comunitario, escolar, familiar, juvenil, ambiental, penitenciario, entre otras realidades de socialización.
Establecer marco procedimental para la regulación, ejecución y aplicación de los métodos alternos de resolución de conflictos, a través de la implementación de protocolos, procedimientos, reglamentos, resoluciones, código de ética, criterios de calidad y normativa de habilitación y certificación.
Proveer la habilitación de Espacios de Mediación de Conflictos en todas las fiscalías barriales, donde podamos atender de manera oportuna los casos que, aunque no están tipificados dentro de las infracciones penales se puedan derivar en ello. Así como, también promover centros de mediación comunitarios, a través del Ministerio de Interior y Policía, a fin de coadyuvar con la seguridad ciudadana y una cultura de paz.
Fomentar la habilitación de espacios de Resolución de Conflictos en las estructuras municipales (Alcaldías y Juntas de Distritos Municipales), a fin de contribuir con la preservación de la convivencia pacífica; garantizando así, decisiones más democráticas, participativas e inclusivas en el orden local.
Incluir dentro de la carrera laboral de los operadores y administradores de justicia, la figura del mediador de conflictos como tercero neutral y auxiliar del Ministerio Público; función esta, que sea ejercida por personas que cumplan con el perfil y las competencias requeridas.
Desarrollar sistemas de registros, monitoreo y análisis de las situaciones de violencia y el nivel de conflictividad en los diferentes ámbitos de socialización. Aquí cabe plantear la creación de un Observatorio Nacional de la Violencia y los Conflictos.
En definitiva, urge impulsar el fortalecimiento de la mediación como política pública por parte del Estado dominicano, para que las partes en conflicto puedan dialogar y generar soluciones a conflictos, que pueden derivar por el uso irracional de la violencia en situaciones funestas.
Por tanto, es necesario intensificar los procesos de formación y capacitación en todos los ámbitos de socialización, sobre los beneficios de la mediación como solución alternativa idónea ante los conflictos; analizando a su vez, sobre el impacto que ésta genera en la sociedad.
Si el hombre fracasa en conciliar la justicia y la libertad, fracasa en todo. (Albert Camus)
ÁNGEL GOMERA
Cultura de paz en la República
Dominicana
La sociedad dominicana está
conmocionada sensiblemente por un oleaje abrupto de violencia; fenómeno
eruptivo éste, que debemos intervenir como Estado, con la celeridad estratégica
y efectiva que requiere esta preocupante problemática social.
En ese orden, se han elevado
un conjunto de voces que provienen de diversos sectores o expresiones de la vida
nacional, en las que se refieren a la decadencia que estamos experimentando
como colectividad, por la carencia o ausencia cada vez más arraigada, de los
valores que sustentan la convivencia humana.
Todo parece indicar que la
incapacidad en el manejo de la inteligencia emocional ante los conflictos, está
causando estragos en la construcción de relaciones sociales más saludables y
una cultura de paz.
En ese sentido, se observa
que la frustración, impulsividad, indiferencia y la irreflexión se está
haciendo eco tendencioso en los diferentes ámbitos de socialización de la ciudadanía.
El relajo de fantasear con matar en la interacción social, se está ejecutando
de lo imaginario o virtual a lo real con cierta facilidad y sin límites.
Es por ello, que se hace
cada día más notoria la falta de respeto hacia la vida misma; actitud negativa ésta,
que viene erosionando el ejercicio de la capacidad de asombro; y eso es
sumamente peligroso, ya que perder la sensibilidad social o el dejar de
asombrarnos y sorprendernos es un síntoma de que algo está fallando en nuestro
sistema.
Esa violencia que nos preocupa, tiene una dinámica o efecto expansivo
con estructura espiral cancerígena, ya que cualquier acto violento por simple
que pueda verse, posee probabilidades altas, de generar o desencadenar como
respuestas otros actos violentos de igual o peor magnitud, si no se le presta
la debida atención, mediante el diseño, implementación y monitoreo de políticas
preventivas idóneas.
No podemos seguir
legitimando con nuestra apatía, aquellos comportamientos, acciones o malas prácticas
que validan o normalizan la
cultura de la violencia y que por ende atentan contra el ser humano.
La violencia es un problema social, que se
aprende como una vía de resolver o dar respuestas a dificultades; y por tanto
también se debería poder desaprender, desde la transformación misma de la
persona.
Dada esa situación, se
demanda con mayor rigor de la promoción continua y firme de una cultura de Paz,
como vía para arribar a soluciones que afiancen la convivencia armoniosa entre
las personas.
Partiendo de la realidad
expuesta, proponemos algunos enfoques o ideas para la construcción de una
cultura de paz en la República Dominicana:
Promover como Estado, la
cultura de paz como un estilo o filosofía de vida, a través de políticas públicas
definidas; con las que se puedan generar acciones de reflexiones que sensibilicen al
individuo para internalizar de manera convincente, los medios para la construcción
de una cultura de paz.
Para este fin, es fundamental impulsar la formación
de una cultura cívica con actitudes basadas en la participación, la práctica de la no violencia activa, el diálogo, la tolerancia, la
solidaridad y el respeto mutuo.
En ese mismo orden, es oportuno crear espacios
para el desarrollo de actividades en la formación de habilidades sociales para
construir una cultura de paz. Esos espacios para el diálogo deben promover el perdón y la reconciliación dentro del marco de la Justicia
Restaurativa y en el ambiente comunitario.
Asimismo, urge fortalecer la educación por una
cultura de paz. A tal efecto, se hace apremiante trabajar con los estudiantes
procesos pedagógicos que conlleven a formar en la construcción de paz; lo que
facilitará la comprensión del proceso que conduce a la plena realización de la
misma, a la sana convivencia, a la participación democrática y a la resolución
de conflictos.
Al respecto, es necesario mejorar la relación Estado
– Escuela – familia, para lograr mayor compromiso y participación, en cuanto a
la edificación de entornos seguros y positivos en el contexto educativo. Esto
facilita que se aprenda a respetar las leyes, a defender y promover los
derechos humanos e ir arraigando en cada ser humano una sólida cultura de paz.
También, desarrollar la resolución alternativa de
conflictos, como herramientas para alcanzar la convivencia pacífica anhelada:
es que, para poder contribuir al fortalecimiento de una cultura de paz, es pertinente
proponer la implementación de estrategias de resolución pacífica de conflictos
como la mediación, considerándola como política social que incida en la gestión
y transformación positiva de los mismos.
Para tales fines, es
necesario fomentar la habilitación de Espacios de Mediación de Conflictos en
las diferentes comunidades del país. Con dicha medida se refuerza la capacidad
de diálogo de la ciudadanía, contribuyendo de este modo a la construcción de la
paz, al ejercicio de democrático y a la seguridad ciudadana.
Finalmente, implementar estrategias
y políticas sanitarias de salud mental, cultura de paz y buen trato; con acciones
orientadas a la recuperación de la salud mental de las personas, no sólo
atendiendo los trastornos mentales sino también los problemas psicosociales
graves, como los diversos tipos de violencia, los cuales generan consecuencias
que de no ser abordadas contribuirán a reproducir de generación en generación
este problema.
Si estás lo suficientemente
preocupado por un resultado, posiblemente harás algo para solucionarlo. (Williams
James)
Ángel
Gomera
Una cultura de paz en el tránsito
En la República Dominicana urge trabajar sin postergación ninguna, un cambio de mentalidad y cultura de paz respecto al tránsito. Este esfuerzo debe surgir de una ciudadanía decidida, empoderada y organizada en sus diferentes expresiones sociales, que haga posible combatir las aguas tempestuosas de la violencia y esos niveles existentes de agresividad irracional en calles y carreteras de todo el territorio nacional.
Salir cada día de nuestras casas y adentrarse en el tránsito, es provocar un milagro de supervivencia por los distintos riesgos que debemos asumir.
Puede considerarse como exagerado lo que acabamos de enunciar, pero veamos las estadísticas y el penoso lugar que ocupamos como país, en donde de manera lamentable y preocupante, se tiene una de las más altas tasas de mortalidad por accidentes de tránsito en el mundo.
Es que para muestra un botón, ver el soberano caos e inseguridad pasmosa que exhibe nuestro tránsito; en donde el orden, la educación, el respeto a la ley, la urbanidad y el deber ser; se aprecian como elementos extraños y extintos ante una cotidianidad que se acostumbra ante lo incierto y pierde progresivamente la sensibilidad social.
De ahí es que, ante esta vorágine alarmante, debemos propiciar una parada obligada como Estado, que evite pues, el desgaste de nuestra capacidad de asombro y acción, por ejemplo: ante esos conductores que andan a velocidad suicida, sin límites ni en su propia conciencia.
Esos mismos choferes que conducen nublado por los efectos de sustancia psicotrópicas sin reparar en el daño que puede causar o causarse. Que viven realizando competencias en plenas vías, a fin de adelantarse a montar un pasajero. Entendemos que la categoría más notoria que poseen en esas licencias de conducir es la imprudencia.
Que circulan tocando violentamente las bocinas del vehículo por doquier, fruto de una prisa aviesa y desconsiderada. Que se parquean en donde se le da la gana, sin la más mínima consideración a los demás.
Que ante un siniestro vial por más pequeño que sea, son presas fáciles del síndrome de la mecha corta por el pésimo manejo de sus emociones ante los conflictos; evidenciando la incapacidad de detenerse a pensar en las posibles consecuencias de sus reacciones desproporcionadas; las cuales pueden significar la diferencia entre la vida y la muerte, entre construir sueños o pesadillas; entre la cárcel y la libertad.
De igual manera, urge detener la pérdida de la sensibilidad social; por ejemplo: si te accidentas, los primeros auxilios que te prestan, es grabarte con un celular sin importar la condición en que te encuentras; porque al fin y al cabo lo que debe primar es viralizar tu tragedia en las redes sociales. Claro, a eso súmale el saqueo o robo que te dispensan en dicho momento de calamidad.
Definitivamente, no podemos perder la capacidad de asombro y acción como Estado; ante esos motociclistas que se sienten seres privilegiados por las autoridades, al permitirles cruzar la luz roja de un semáforo, subirse por las aceras, caminar vías contrarias, chatear desde un celular, transitar por los pasos a desniveles.
Que viven realizando peligrosas acrobacias y carreras clandestinas, que no utilizan cascos protectores ni andan con las documentaciones al día; entre otras actitudes que gozan de una gracia especial que raya entre el indulto, la indiferencia y una amnistía automática.
Al parecer, podría estar equivocado, pero por lo visto, se está incurriendo en una práctica errónea que se puede denominar como el “olvido legal¨ de las infracciones o delitos, con la cual se procura extinguir de manera mecánica la responsabilidad de sus autores”. Esta mala práctica señalada, transgrede vilmente el principio de igualdad establecido en la Constitución de la República.
Además, es perniciosa para la consolidación de un verdadero “Estado Social y Democrático de Derecho”, sueño que anidamos como nación.
En definitiva, todo lo anterior y otras realidades no señaladas, evidencia como preocupación social y sanitaria, el recrudecimiento de la violencia del tránsito en las vías públicas de la República Dominicana.
De ahí la necesidad de construir una cultura de paz en el tránsito, como apuesta institucional para la consecución de un futuro menos violento; el cual fomenta una mejor seguridad, mayor bienestar, mejor comportamiento cívico responsable, buena convivencia democrática y equilibrio social.
Asimismo, es una estrategia oportuna y esperanzadora, con la finalidad de incidir en la disminución de las altas y penosas estadísticas de muertes en accidentes de tránsito. La suma de tanto luto eclipsa un porvenir dichoso.
De igual modo, impulsar una cultura de paz en el tránsito dominicano, favorece enormemente en la reducción de los costos de salud por la ocurrencia de tantos siniestros viales; generadores de traumas, frustraciones y discapacidades, en muchos de los casos.
Finalmente, para alcanzar la construcción de una cultura de paz en el tránsito, debe darse en torno a la cooperación y participación activa de todos los sectores de la vida nacional.
Este proceso debe partir de un análisis acabado de las causas sociales, económicas y culturales que están provocando esta terrible problemática nacional; para así generar las políticas públicas idóneas y efectivas. Mientras tanto, apliquemos el imperio de la ley en las calles y carreteras de la nación, y veremos un poco de luz y paz en el sombrío horizonte del tránsito dominicano.
“¿Queréis prevenir los delitos? Haced que las leyes sean claras, sencillas, y que toda la fuerza de la nación se encuentre condensada para defenderlas, sin que, por el contrario, ninguna parte de la misma se emplee en destruirlas. Haced que las leyes favorezcan menos a las clases sociales que a los hombres mismos.” (Cesare Beccaria)
ÁNGEL GOMERA
Los niveles de tensiones y estrés que viene experimentando el planeta tierra, por la sobreexplotación de sus recursos naturales, fuera del marco de la sostenibilidad; y por ende de todo equilibrio que favorezca un medio ambiente sano. Debe conllevar a que la acción ambiental desde el punto de vista estatal, sea parte relevante de las estrategias de prevención y transformación de conflictos socio ambientales en el ejercicio de las políticas públicas.
Así también en ese mismo contexto, debe considerarse con igual similitud de trascendencia, la promoción, implementación, el mantenimiento y la consolidación de una cultura de paz por el medio ambiente. En razón de que luchar por preservar un medio ambiente sano es un enfoque o principio importante de la paz, la seguridad nacional y los derechos humanos. Es que indiscutiblemente no puede existir una paz duradera y fecunda, si se destruyen los recursos naturales que sustentan los medios de vida y los ecosistemas.
En este punto cabe alentar que grandes conflictos violentos en el futuro, tendrán su génesis en disputas por recursos naturales agotados. Ya se puede observar en los momentos actuales, ciertas protestas sociales por la escasez de agua, por la manera despiadada en que matamos los ríos y sus afluentes; una pesada incertidumbre por los efectos adversos del cambio climático; efectos estos, que están presionando a desplazamientos masivos de personas. Pero, a pesar de esta realidad que se nos viene encima, se sigue permitiendo la ocupación e invasión de lugares de alto riesgo y vulnerabilidad.
También, se puede examinar una deforestación agresiva y sin juicio, que está provocando daños a los hábitats, una preocupante fragmentación y la sucesiva pérdida de biodiversidad; así como, la alteración de los ciclos del agua, la erosión del suelo y la desertificación. Solo basta advertir cómo cada día nuestras montañas y cordilleras están más pelonas por un conuquismo y ganadería sin planificación y control.
Por lo tanto, como muy bien indica el documento Laudato si: “No podremos afrontar la degradación ambiental, si no prestamos atención a causas que tienen que ver con la degradación humana y social”.
Todo lo mencionado anteriormente, atenta contra la estabilidad de cualquier nación. Entender que un deterioro ambiental progresivo pone en jaque el crecimiento económico y la calidad de vida de un país; y más cuando su principal economía proviene del turismo, como es el caso de la República Dominicana.
De ahí es que, para el mantenimiento del desarrollo, la prosperidad y la paz, es elemental ocuparnos de fortalecer la seguridad ambiental dentro del ámbito de la seguridad nacional, con acciones que vayan dirigidas a la interiorización y toma de conciencia a la relación causa-efecto entre el problema ambiental y el conflicto que pueda derivar.
Por ejemplo, la República Dominicana, no puede minimizar la gran amenaza que cierne sobre su soberanía ambiental, por el declive aparatoso del medio natural del vecino país de Haití. Esta tétrica realidad medioambiental haitiana, es y será, origen de conflictos y tensiones, que suscitan luchas por el acceso y control de determinados recursos naturales.
En ese sentido el Libro Blanco de la Defensa de República Dominicana contiene las respuestas y estrategias necesarias ante dicha problemática; además destaca cómo el medio ambiente es un elemento de interés para la seguridad nacional.
Es por ello y ante desafíos ambientales internos, como incendios intencionales, ocupación de áreas protegidas, destrucción de los bosques, la extracción ilegal de arenas de los ríos, entre otros ilícitos; es pertinente el reforzamiento activo, correctivo y preventivo de las Fuerzas Armadas, a fin de garantizar la anhelada seguridad ambiental.
Asimismo, es indispensable involucrar a la sociedad de manera corresponsable, mediante la concienciación que permita modificar favorablemente las pautas de comportamiento individual y colectivo de una forma moderada y sustentable.
Por cuestión de supervivencia y amor a las generaciones venideras, debemos entrar en la sintonía de estar a favor de un ambiente sano y la preservación de los recursos naturales; evitando esos constantes desafíos irreverentes y egoístas; ya que como muy bien manifestó Julio Verne: ̈Podemos desafiar las leyes humanas, pero no podemos resistir a las naturales. ¨
Finalmente, para poder lograr esos niveles de corresponsabilidad ambiental, urge la inclusión de la educación ambiental en lo formal y no formal; es decir en todos los diferentes niveles del sistema escolar y superior, a fin de concienciar y sensibilizar la sociedad dominicana. Claro está, es necesario educar, sin nunca obviar la aplicación del régimen de consecuencias ante los ilícitos ambientales. Porque ¨Si la justicia existe, tiene que ser para todos; nadie puede quedar excluido, de lo contrario ya no sería justicia. ¨ (Paul Auster).
Angel Gomera
Despertar
la conciencia por un medio ambiente que sufre
En la actualidad se percibe que el escenario medio ambiental en la República
Dominicana se está sintiendo muy estresado. La destrucción de nuestros recursos naturales
que se viene suscitando de manera inmisericorde y recurrente debe alertarnos
seriamente como ciudadanía.
Si no manejamos de manera correcta los recursos que poseemos e
incentivamos su conservación, entonces nos estamos auto infligiendo daños
irreversibles y poniendo en alto riesgo la seguridad del Estado.
Para ello, debemos insistir una vez más, acerca de la necesidad de
recurrir a una toma de conciencia que coloque la problemática ambiental como
prioridad, con acciones y medidas más contundentes; y sobre todo más allá de
simples enunciados.
Sabemos que lo expresado anteriormente no es fácil, encierra sus
complejidades; dado que el ser humano por su afán irracional, no le importa
desviarse del camino; aunque esto amenace su propia existencia. Es por esta razón, que planteamos que
el inicio de esta lucha debe realizarse en el interior de la persona, a fin de
combatir esa soberbia, gula,
avaricia e indiferencia por el medio ambiente.
Nos corresponde como sociedad despertar la conciencia ambiental para que
pongamos frenos a la contaminación de las aguas.
Agua, líquido vital que moviliza la vida. Es imprescindible para vivir,
pero la contaminamos sin el más mínimo reparo. Sin ella no hay supervivencia,
pero matamos y secamos sus caudales. ¡Oh vana conciencia, que se embulla en
vivir futilidades, sin enmendar en su autodestrucción! No podemos permitir que
se continúe sin reparos, la degradación de nuestros ríos.
Nos concierne despertar para detener la ocurrencia de estos incendios
forestales, mal intencionados, devastadores y criminales. Incendios por
doquier, que consumen todo vestigio de clorofila; acaba con toda foresta que, en
vez de tener la oportunidad de absorber la luz solar, sufre el exterminio
provocado por un fuego que disipa todo aliento de vida. Remediar sería un gesto
de compasión.
Cada incendio forestal que está siendo provocado desde la ruindad del
alma, está achicharrando la supervivencia de las presentes y futuras
generaciones. Cada quema y tala de árboles que nace de lo perverso, pone a
languidecer este dulce paraíso terrenal y amenaza el turismo.
Nos compete movilizar la conciencia para contener la tala y deforestación
tan agresiva de nuestros bosques y montañas. Es que llora a raudales, aquello
que en alguna ocasión se le llamó bosque. Llora con desconsuelo, recostando su
cabeza pelada en la cima de aquella montaña que dejó de ser verde. Llora con
hipidos y suspiros, pidiendo que no le sigan talando, ni pegando fuego a su
fecunda pureza de vida.
Permitir que se pierdan cada día nuestros bosques, es dejar escapar la
belleza ante nuestros ojos; es arrancar soplos de vida a las futuras
generaciones; es causar pulmonía crónica a nuestra casa común; es, en fin, poner
en peligro, la virtud de ser un paraíso enclavado en el Caribe. Involucrarnos en reforestar esas cordilleras
peladas por la irracionalidad cancerosas de algunos, es un ejercicio fecundo de
amor por los demás.
También, nos concierne
despertar la conciencia por la acumulación desaforada de tantos desechos
sólidos. Solo basta escuchar en cada breve espacio que grita el vientre
terrenal por una indigestión severa; se le está obligando a consumir un cóctel
de sustancias químicas, que provienen de actividades humanas excesivas y
constantes, que cada día envenena su dulce regazo vital.
En definitiva, urge despertar
el compromiso estatal y ciudadano de no seguir dándonos el lujo cruel, de
perder un árbol más, de continuar perdiendo ríos, de vulnerar e invadir alegremente
las áreas protegidas, de continuar destruyendo los humedales, de permitir los
asentamientos humanos en zonas vulnerables, de ver la contaminación del aire, sónica,
algo tan normal, a pesar de ser una amenaza para la salud pública.
Despertar es abrir los ojos de
la conciencia cuando otros la perdieron. Es decidir hacer del mundo un lugar
mejor.
“¿Qué tipo de mundo queremos
dejar a quienes nos sucedan? Lo que está en juego es nuestra propia dignidad.
Somos nosotros los primeros interesados en dejar un planeta habitable para la
humanidad que nos sucederá” (Papa Francisco).
Ángel Gomera
República Dominicana, religión y
cultura de paz
Conscientes
de que la cultura de paz, no es un concepto abstracto o irrealizable; que es la
opción de vivir procurando relaciones amistosas con los demás; que es una
filosofía de vida posible en la medida que cada uno de nosotros esté dispuesto
a mostrar su humanidad y compartirla con los otros.
En
ese orden, la religión ha constituido en la República Dominicana, una
importante fuerza propulsora de una cultura de paz. Esto lo acentuamos, por las
numerosas iniciativas, en las cuales actores, motivados religiosamente, se
comprometen e involucran en diversos conflictos de diferentes índoles, buscando
y promoviendo una solución pacífica, alcanzando en no pocos casos, notables
éxitos.
Dado
lo anterior, procedo a reflexionar acerca del rol de la religión en la
consolidación de la paz, ajustándose al contexto dominicano, en tres enfoques:
A) Estilo
o filosofía de vida
Desde
la religión, se ha venido planteando que la paz como filosofía de vida está
implícita en la forma de ser del hombre. Y que la paz no llega sola, se debe
creer en ella desde las profundas llanuras fértiles del corazón. Dicho en
palabras de Pablo VI: ¨la paz comienza en el interior de los corazones¨.
Por
lo tanto, no es una utilidad artificial de una sociedad artificial. Debe ser un
propósito real, fecundo y profundo que se viva desde adentro hacia afuera, y
que se cultive cada día desde el ejemplo de vida.
Como
contribución a la paz, la religión en la República Dominicana juega un papel
preponderante en la cohesión social. La misma contempla la esencia del ser
humano como un valor absoluto (la condición de creatura, procedente de Dios);
que a la vez que nos abre al misterio, nos hace comprender y valorar el
carácter sagrado y supremo que tiene el respeto a la vida humana.
En
ese sentido, está jugando su rol en la sociedad de contribuir a una sociedad
justa y de paz, a través de diversos procesos y acciones sociales, desde la
visión del respeto y defensa de la dignidad humana.
Por
lo que resulta ser muy esperanzador, observar el involucramiento de las
diferentes denominaciones religiosas en promover una cultura de paz, a través
de la educación; a pesar de los retos y desafíos que está generado esta
amenazante cultura de la violencia.
Es
que para ganar la paz hay que educar para la paz; esto va en consonancia con lo
que se refirió Johan Galtung, cuando dijo que: “Educar para la paz, es enseñar
a la gente a encararse de manera más creativa, menos violenta, a las
situaciones de conflictos y darle los medios para hacerlo”.
B) Su
papel en la Resolución alternativa de conflictos, asumiendo como método la
mediación a través de la herramienta del diálogo para la concertación social en
la República Dominicana.
Uno
de los roles esenciales y prácticamente determinantes de la religión, en la
República Dominicana, ha sido su misión de la mediación y la concertación
social.
Pudiera
referirse a cualquier otra denominación religiosa, pero a modo de ejemplo, me
referiré a la Iglesia Católica, la cual ha sido la más preponderante en dicha
dinámica. Esta, a pesar de circunstancias complejas y difíciles ha pasado a ser
un elemento de armonía, reencuentro, una mediadora en conflictos, tanto
sociales como políticos.
Como
punto de inicio para describir su rol, podemos partir como referencia la Era
Colonial, precisamente en el último Domingo de Adviento de diciembre de 1511,
con el Sermón de Fray Antonio de Montesinos, considerada la primera reclamación
en lucha por los derechos de gentes en América.
En
los años ochenta, la transición a la democracia y la transformación
socioeconómica, proporcionaron el marco oportuno e histórico a los líderes
religiosos como mediadores políticos por excelencia en la República Dominicana,
a instancia de la sociedad.
Cabe
identificar su rol en el año 1985, cuando promovió el Diálogo Tripartito (entre
el gobierno, empleadores y trabajadores) que hizo posible el nuevo Código de
Trabajo, promulgado en 1992 y que puso fin a una situación de conflictos complicados
y permanentes entre trabajadores y empleadores. Estos diálogos coadyuvaron a
una paralización y disminución de huelgas laborales en el país.
Asimismo,
haber participado y promovido iniciativas como el Pacto de Solidaridad
Económica de 1990, el Acuerdo de la Comisión de Educación que puso fin a una
huelga de maestros y representó importantes conquistas para el Magisterio
Nacional en 1991.
También
la Agenda Nacional concertada entre la sociedad civil y los partidos políticos
en 1993, en donde se acordó en ese momento histórico, mejorar, por ejemplos: El
escaso desarrollo de una cultura democrática, la disfuncionalidad de la
justicia, poder municipal diluido y erosionado, la poca capacidad de reacción
de la sociedad ante los problemas, el afianzamiento de los mecanismos de
participación ciudadana.
De
igual manera, su aportación en el Acuerdo por una Campaña Electoral en un Clima
de Paz, el Pacto de Civilidad y el Pacto por la Democracia en 1994, que
posibilitó la superación de una crisis política que mantenía al país al borde
de la ingobernabilidad y de caer en un vacío institucional.
Resaltar
en este punto que los partidos políticos y el gobierno acordaron invitar a
otras instituciones religiosas nacionales, como, por ejemplo: la Confraternidad
Evangélica Dominicana (CONEDO) y el Consejo de Unidad Evangélica (CODUE).
Otros
logros de la concertación social son las reformas al sistema electoral en 1992;
los códigos arancelarios y tributarios en 1992; y el acuerdo entre los partidos
políticos mayoritarios para superar una crisis política alrededor de la Junta
Central Electoral en marzo de 1999.
Importante
destacar, que tanto en los períodos de los gobiernos que van desde el 1996 al
2004, fueron invitados también líderes de distintas denominaciones religiosas a
participar en mediaciones políticas.
Asimismo,
cuando se realizó el Diálogo Nacional (El 19 de noviembre de 1997 mediante el
decreto 489/97 se crea y conforma la Comisión Organizadora del Diálogo
Nacional), se invitaron a todos los líderes de diferentes denominaciones
religiosas a participar en el mismo. También, se involucraron activamente en
los debates que condujeron a la reforma de la Constitución.
Resaltar
como punto luminoso que la participación de representaciones de distintas
denominaciones religiosas en la mediación política, desde mi óptica y análisis,
ha sido muy fructífera.
C) Como
generadoras de planes, programas, políticas públicas para la transformación de
la realidad y la construcción de la paz.
Para
la efectiva construcción de la paz, es necesario colmarla de contenidos y esto
conlleva movilización social, cambios institucionales, pluralismo y educación,
instituciones incluyentes, comunicación efectiva y no violenta, inversión
social, voluntad política de transformación social; y todo esto lo podemos
alcanzar con el diseño y aplicación de políticas públicas transversales y
efectivas.
Las
denominaciones religiosas en el país, en diferentes momentos contemporáneos,
sin pretender sustituir el Estado, han levantado sus voces; a fin de que el
Estado enfoque esfuerzos y atención a problemas o situaciones que requieren
soluciones como, por ejemplo:
La
indiferencia e insensibilidad ante el rostro amargo e inhumano de la pobreza,
la desigualdad social, la descomposición familiar, las enfermedades, la
degradación del medio ambiente y los recursos naturales, la corrupción, la
criminalidad, el racismo, la prostitución, el narcotráfico, la explotación del
ser humano, el desempleo, entre otras crudas realidades.
Los
medios de los que se han valido, es a través, de cartas pastorales, de parte de
la Conferencia del Episcopado Dominicano, (como expresión institucional
utilizada para iluminar y explicitar algún acontecimiento significativo); o
evento como La Batalla de la Fe; o a través de prédicas, homilías, el sermón de
las 7 palabras, pronunciamientos públicos, reuniones gubernamentales, entre
otras vías utilizadas.
Esta
mirada de cuidado y responsabilidad colectiva sobre el bien común se le ha
denominado como "justicia social", en el doble sentido de dar a cada
uno lo que le es debido en justicia, como también, velar para que el vínculo de
sociabilidad entre las personas sea en sí mismo justo y digno de ellas.
Ahora
bien, estas religiones, no se han concentrado meramente en tan solo demandar;
las mismas a su vez, se han involucrado en llevar acciones, programas e
iniciativas sociales diversas a la humanidad necesitada; haciéndose presentes
en la sociedad, con sus integrantes y en sus estructuras, para orientar y
promover el bienestar y el desarrollo integral del hombre.
ÁNGEL GOMERA