No me mates, soy tú prójimo
La sociedad actual, evidencia un progreso técnico
asombroso, pero lamentablemente la violencia tan manifestada y en ciertos casos
validada, está normalizando la cultura de muerte en la cotidianidad; ocasionando
a su vez, severas grietas a la convivencia y seguridad humana.
Lo dicho anteriormente, de manera tan drástica, no
debe generar un espanto o pesimismo colectivo al respecto; porque cabe
mencionar también que, en los momentos actuales, existen preocupaciones
sociales serias en ese orden; y de igual manera está creciendo una sensibilidad
y actitud de respeto al valor de la vida.
Esto se puede observar, por las tantas voces que
condenan en diferentes partes del mundo, los atropellos y violaciones a los
derechos humanos que se están cometiendo constantemente
y de diversas maneras.
Pero, lamentablemente muchos de esos enunciados
condenatorios son palabras huecas, meras proclamas de intenciones o son simples
suspiros diplomáticos; que en palabras del poeta Gustavo Adolfo Bécquer, diría que
¨los suspiros son aire y van al aire¨.
Para que no sean simples suspiros, ya que el camino al
infierno está plagado de buenas intenciones; es de rigor, trabajar en la humanidad
de hoy, el gran reto de que se le otorgue pleno reconocimiento al respeto a la
vida.
Para tales fines, urge combatir como amenaza
peligrosa, todas las distintas formas de violencia y lograr reducirlas, a
través de una sólida y efectiva promoción de una cultura de paz, en donde se aprenda
a ser y a vivir juntos.
Ahora, por cualquier quítame esta paja se quiere matar,
ya casi nadie quiere respetar a nadie y por igual, los derechos. ¿Qué le pasa a
la sociedad? ¿Por qué tanta agresividad? ¿Es que el valor a la vida se devaluó?
En ese sentido, se hace necesario formar una conciencia de
paz en la sociedad, que coadyuve a construir una nueva cultura democrática,
solidaria, con hábitos saludables y no violentos; que llegue a comprender fundamentalmente,
que el respeto a la vida es el decano de todos los respetos y que este debe
empezar por uno mismo; que sea éste, un ideal profundo y de felicidad que
mantenga vigencia en cada actitud, la belleza y el cuidado de la existencia
misma.
Por lo tanto, “no me mates, soy
tú prójimo¨, es un grito de respeto que debe ser asumido de forma
individual y que impacte de manera positiva a la seguridad colectiva; es
preciso que sea un eco empático que contribuya desde el
comportamiento, a preservar la vida de los demás. Es evitar ser ¨mecha corta¨
ante aquellos conflictos que pueden resolverse mediante el diálogo, la
tolerancia, entendimiento y el buen vivir.
Y es que “no me mates, soy tú semejante¨
es una razón racional de no ser engendros o emisarios de muerte porque me
rayaste el vehículo en un siniestro vial; por pasar palabras, ante un
malentendido; porque la pareja le dice que no quiere continuar con la relación;
por el impulso irreverente de robar la luz roja del semáforo, sin apreciar las
vidas que puedes perjudicar; por querer robar lo que no es tuyo; por disparar
tiros al aire, dizque en diversión; por una codicia inhumana de obtener fortunas,
aunque destruya la dignidad de la persona.
Asimismo, “no me mates soy tú hermano¨ grita nuestra
casa común, la cual está sometida a una racionalidad depredadora y de sobreexplotación
sin clemencia ni juicio, poniendo en peligro la vida de los seres vivos que en
ella habitan incluyendo a los propios seres humanos.
En definitiva, jamás se debe atentar contra la vida
humana ni ponerla en peligro. Apremia educar por la paz y para la paz que es
poner en primer plano el rechazo a la violencia. El antropólogo español Francisco
Jiménez Bautista, muy bien plantea que ¨hay que llevar a la práctica los
valores, las actitudes y las formas de comportamiento que inspiran una cultura
de paz¨.
Concluyo con esta frase de Mahatma Gandhi: ¨Cuida tus
pensamientos, porque se convertirán en tus palabras. ¨Cuida tus palabras,
porque se convertirán en tus actos. Cuida tus actos, porque convertirán en tus
hábitos. Cuida tus hábitos, porque se convertirán en tu destino¨.
ANGEL GOMERA
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