jueves, 25 de enero de 2024

Juventud, despertar un ideal de esperanza

 


Juventud, despertar un ideal de esperanza


El Libertador dominicano, fundador de la sociedad La Trinitaria y principal ideólogo de la independencia, Juan Pablo Duarte; en unas de sus excelsas frases tan llena de luz; de impulso y sabiduría; reconoce en la juventud, el rol preponderante que había de tener en sus sueños de libertad, al expresar lo siguiente:

¨Seguid, jóvenes amigos, dulce esperanza de la patria mía, seguid con tesón y ardor en la hermosa carrera que habéis emprendido y alcanzad la gloria de dar cima o la grandiosa obra de nuestra regeneración política, de nuestra independencia nacional, única garantía de las libertades patrias¨.

De ese pensamiento Duartiano, se desprende una valiosa enseñanza, que no podemos desaprovechar en todo plan de vida que vayamos a ejecutar; y es que todo ser humano, ya sea joven o adulto de vida consciente, con su inteligencia, voluntad y libertad, guía sus actos hacia una idea meta, en la que debe poner todo su empeño, ardor e ilusión para conquistar un propósito mayor que le haga sentirse pleno o realizado en el plano de la felicidad.

Claro está, todo propósito se logra cuando se despierta un ideal en la persona. Lo contrario, sería caminar por la vida sin saber hacia dónde se dirigen tus pasos, deambulando de aquí para allá, sin ningún objetivo. Muy bien, en ese sentido apunta el filósofo argentino José Ingenieros, que ¨no se nace joven, hay que adquirir la juventud. Y sin un ideal no se adquiere¨. Para Mac Arthur, enfatiza que ¨no se envejece por haber vivido muchos años, se envejece por haber desertado de un ideal¨.

De ahí, la importancia de hacer una parada, cuando nos encontramos en el dilema de no saber a qué dirección debemos conducir nuestra existencia. Aquí, es necesario cuestionarnos a nosotros mismos, y romper con esos paradigmas que afectan el interior y exterior de nuestro ser; y que muchas veces impiden que caminemos seguros hacia la conquista de ese ideal anhelado.

Duarte, a pesar de ser muy joven, esto no fue obstáculo, para hacerle perder el rumbo en procura de su ideal. Su espíritu sin doblez, de luchar por sus sueños más allá de toda adversidad, su firme convicción basada en valores, su coherencia y persistencia hasta obtener lo que buscaba, su marcada humildad y su belleza interior colmada de amor; son cualidades que se evidencian en los grandes sacrificios que hizo por su amada patria, dándolo todo por un ideal de independencia.

Entonces, podemos decir que, con su ejemplo de vida, Duarte nos enseña en la actualidad, a no ser de aquella generación que esconde la cabeza en la arena, mientras todo arde en nuestro derredor por la injusticia, la desigualdad, la falsa autenticidad, la violencia y la corrupción. Que no sea una amenaza sino más bien una esperanza constante.

El legado de Duarte, insiste en no ser parte de esa juventud que esconde la cabeza ante tantos desafíos o retos que afronta la sociedad; que actúe sin fuerza de carácter para descubrir la verdad, que se cansa de tanto aburrirse, que deja a la deriva del camino al que sufre, que se pierda en las quimeras de la deshumanización y en la banalización del sentido de la vida, que no se capacite por el libertinaje y el pesimismo, que no profana su propia dignidad por decisiones sin juicios.

El ideario del patricio, insta a forjar una juventud con pasión y determinación, que sean esa gota de agua, que marque la diferencia en el gran océano de la vida. Que estén a la vanguardia de las causas justas. Que realicen esas tareas que dan sentido a cada minuto y suspiro de la vida; que por más sencillas o pequeñas que sean las cosas, les haga trascender en la profundidad de su existencia.

Que escojan y se decidan por el ideal mejor; que sea un bien que les haga sentirse más realizados como personas. Que luchen por la defensa humana, evitando siempre perder la capacidad de asombro, esa cuya pérdida hace languidecer la sensibilidad social. Que no se dejen nublar sus pensamientos, creatividad o ingenio, por sustancias psicoactivas o placeres exiguos que pululan a diestra y siniestra, en toda sociedad que camina hacia el abismo de la zombificación.

En definitiva, sueño junto Martin Luther King, en despertar una juventud con un auténtico ideal de esperanza que transforme y anime la construcción de una mejor humanidad basada en la supremacía del bien. A propósito de esto último, el Dr. King nos deja esta frase: “Si ayudo a una sola persona a tener esperanza, no habré vivido en vano.”


ANGEL GOMERA 

jueves, 11 de enero de 2024

Los teteos y la cultura de violencia

 


Los teteos y la cultura de violencia

La fiesta a lo largo de la historia, ha constituido una forma de romper con la rutina diaria; en ese sentido se organizan actos sociales cuyo centro, es reflejar un momento en donde la alegría se comparte; divertirse de manera colectiva o celebrar algún acontecimiento especial de la vida. Se ha de suponer que ese tiempo de festejo, hace relajar de la tensión del trabajo o de la cotidianidad; sirve como punto de encuentro; se aprovecha para socializar, es decir que se genera la posibilidad de conocer personas y establecer nuevas relaciones de amistad.

En ese orden el polímata Jean-Jacques Rousseau manifiesta que ¨la fiesta conviene a los pueblos en una República, como un medio para organizar una especie de asamblea creando entre sus miembros agradables lazos de placer y de felicidad que los puede mantener unidos como comunidad. ¨

En nuestro país en la actualidad, se ha adoptado por jóvenes, adolescentes, y también ciertos adultos, unas nuevas formas de diversión, ¨de pasarla bien¨, ¨de vacilar¨ denominadas en la jerga urbana ¨teteos¨. Estos se están expandiendo por las diferentes comunidades, en donde estos grupos sociales se reúnen en espacios de las vías públicas, para disfrutar por largas horas, casi siempre en horario nocturno.

Los que acuden, dicen sentirse ¨libres¨, y son arrastrados por un colectivo social que lamentablemente ejercen influencia en ellos. Estos se sienten que están rompiendo con algo, están innovando o siendo creativos, están marcando la diferencia, sin importar las consecuencias de sus actos. Su fin es darle prioridad a la fama, al goce intenso, a la notoriedad sobre la empatía, la solidaridad y el buen vivir.

El problema de estos ¨juntes¨ llamados ¨teteos¨, es que en vez de constituirse en manifestaciones para la sana recreación o fomentar una cultura de cohesión social, se están convirtiendo en monumentos de una conflictividad peligrosa. Esto tiende como fenómeno a alimentar la cultura de la violencia; ya que, de manera natural, se van validando o normalizando comportamientos que en nada contribuyen con la convivencia pacífica y la seguridad ciudadana.

Por lo tanto, estos ¨teteos¨ están distorsionando y viciando el sentido de la fiesta, desde su significado, originalidad e identidad más profunda. Estos escenarios reproducen el desasosiego e intranquilidad, aniquilando todo vestigio de la paz social que debe reinar en cualquier contexto social. Es que toda fiesta debe vincularse a la paz; y la paz a la armonía de las relaciones humanas y al respeto a los demás. Mientras no haya paz, la fiesta pierde el sentido; sería participar de un festejo con una alegría muerta, por más música que suene.

En los ¨teteos¨, por lo visto, ante tantos sucesos trágicos que genera, el respeto a la vida humana no goza de ningún valor, se disipa entre esa horda que actúan como zombis enajenados por el placer extremo.

Allí, se le rinde culto al ¨dios¨ consumo, donde los excesos estremecen la dignidad humana y el ejercicio de una verdadera libertad. El abuso de bebidas alcohólicas o de drogas, no importando el rango de edad, es de preocupante incidencia y está trayendo consecuencias muy graves.  La promiscuidad y el erotismo, se pasea galopante, incentivando al embarazo a temprana edad en medio de aquellos jolgorios.

Asimismo, no se aplican ningún tipo de reglas e impera una atmósfera asfixiante de ruidos, música con letras tóxicas, suciedad, por la basura que dejan en el lugar y muchos traumas para los vecinos, por la zozobra que crea; entre otras crudas realidades.

Por lo que esta manera de festejar o divertirse mal aprovechada y barnizada de esos ingredientes negativos, crea ciertas parálisis a una sociedad, la hace retroceder y sobre todo va degradando la persona en su propia dignidad.

Ante esa realidad, la indiferencia no es consejera ni es solución; Beltolt Brecht plantea que, ¨cuando el delito se multiplica, nadie quiere verlo¨. Aún como sociedad no se ha caído en ese umbral tenebroso, pero vale más prevenir que lamentar.

En definitiva, esta reflexión lejos de condenar o meramente juzgar, tiene como objetivo alertar, analizar y procurar que se le preste la debida atención como Estado, a estas manifestaciones sociales denominados ¨teteos¨; las cuales surgen fruto de una multiplicidad de factores, que subyacen dentro de una violencia estructural y cultural acumulada en el tiempo y sin respuesta efectiva.

 

ANGEL GOMERA 


martes, 2 de enero de 2024

Despertar el sentido de la honestidad

 


Despertar el sentido de la honestidad


En medio de un diálogo ameno y fraternal, me comenta un entrañable amigo que, compartiendo con su familia en una plaza conocida de la capital, olvidó su celular en el área destinada a la recreación en dicho lugar.

Al percatarse de que había dejado su móvil, regresó en su búsqueda; pero, lamentablemente el mismo había desaparecido. Recurrió entonces, al personal de seguridad y le contó lo sucedido, procediendo ellos a revisar las diferentes cámaras de vigilancia que cubren ese espacio; verificando las mismas, observaron que quienes tomaron el celular, cuidándose de que nadie lo note; fue una pareja de esposos que estaban acompañados de sus hijos pequeños; es decir andaban en familia.

Esos niños, con su inocencia a flor de piel y sus mentes de esponjas, fueron testigos del comportamiento cuestionable de sus progenitores; ellos me imagino, regresaron muy contentos y orondos a su hogar, luego de haberse llevado ese objeto de valor o “tremendo premio de la fortuna”.

Deduzco que aún, en presencia de sus infantes, se sentaron hablar de los posibles usos que le darán; sin ni siquiera detenerse a pensar de la horrible enseñanza y mal ejemplo que acabaron legar en sus hijos. Se olvidaron de esta frase de William Shakespeare, cuando se refiere a que: “ningún legado es tan rico como la honestidad”. Es que la forma más vigorosa e impactante para enseñar honestidad a los hijos es practicar con el ejemplo diario, con las lecciones que la vida va poniéndonos en el camino.

Pero, si desde la familia se falla en cultivar el ejercicio de la honestidad; entonces trágicamente se irá normalizando lo deshonesto en lo cotidiano, y esto contribuirá de manera notoria y peligrosa, en la progresiva degradación social y moral de una sociedad.

Planteamos lo anterior, porque es de mucha preocupación y tristeza observar, en nuestra ciudadanía, como ante un accidentado, en vez de brindarle auxilio, se le está saqueando de sus cosas; como el ejercicio de la posverdad agiganta sus pasos de manipulación en la opinión pública, distorsionando de manera confusa y deliberada la realidad. Como se ha perdido la capacidad de asombro ante el robo de una luz roja del semáforo; se invaden los terrenos que no son suyos, bajo una vana justificación “social”.

De igual manera, vemos cómo se está colando con cierta facilidad y permisividad, la cultura del engaño o las trampas en el entramado social. La mentira se tiene como un fin para obtener pingües beneficios y se encuentra por todas partes. Asimismo, se puede notar, cómo languidece la ética ante el ejercicio deplorable de muchas profesiones. Como se recurre al dopaje para alcanzar gloria en el Olimpo de alguna práctica deportiva.

Si para alcanzar más estatus social y económico, se debe evadir el fisco, se hace sin miramiento ninguno; en definitiva, esto se ve como una señal de “éxito y de ciertas habilidades”. Por igual, se destruye y aprovecha de manera desequilibrada, el medio ambiente y los recursos naturales, alegando un falso desarrollo que pone en jaque la vida del planeta.

Estos episodios y otros no mencionados en esta reflexión, nos debe movilizar a impulsar un despertar de la cultura de la honestidad en los diferentes escenarios de la vida humana; que es hacer de esta virtud un ejercicio que se cultive y se exija con devoción suprema. Es marcar tendencia en ser coherente con lo que piensa, teniendo un grado de autoconciencia significativo con sinceridad.  Es ser influencers de una verdad que se defienda sin tibieza, se promueva con valentía y se practique con perseverancia como un norte a seguir.

Despertar el sentido de la honestidad es darle supremacía al bien, en los distintos roles y realidades que nos toca vivir. Para ser efectivo ese despertar, debe nacer de una fidelidad consigo mismo, que no albergue intenciones ocultas y egocéntricas; que integre con buena voluntad y congruencia, el pensamiento, el sentimiento y la acción en hacer lo correcto; es decir, que lo que se piensa, se diga vaya en consonancia con lo que se haga. Entender que “lo que las leyes no prohíben, puede prohibirlo la honestidad” (Séneca).

Mantener despierta la honestidad es una misión continua y humana.


ANGEL GOMERA