COVID-19, Reconocimiento y Cambio
Al iniciar el año 2020, no esperábamos la llegada y el avance
de un virus microscópico que como viento huracanado se iba llevar parte de
nuestros sueños, anhelos, planes, economías y vidas; prácticamente ha puesto de
rodillas al mundo, cambiando por completo la dinámica de nuestra existencia.
Aquí no ha valido la hegemonía o inferioridad de una nación;
ni el número de armas nucleares que posea, ni geopolítica o fronteras, ni quién
exhiba los mayores o bajos niveles de crecimiento económico, si eres pobre o
rico, ni el color de la piel, edad o credo; simplemente llegó sin
discriminación alguna, ni privilegio o exclusividad en particular, lo que si cabe
destacar es que el covid-19 se aprovechó de las distintas vulnerabilidades de
la sin razón humana, del individualismo, de las actitudes hedonistas y de las malas decisiones.
Se puede colegir, aunque esto
pueda sonar no agradable y complicado para nuestros sensibles oídos, que llegó
para darnos una lección cuyos resultados lamentablemente son irreparables y
dolorosos. Pero no podemos dejarnos empantanar en las angustias e incertidumbres; más
bien es propicio ante tales circunstancias el relanzarnos, recogiendo los
pedazos dejados por esta secuela y comenzar a reconstruir.
Esta acción se debe concebir
como una oportunidad de rescatar y apreciar en lo adelante, todo lo bello de la
dimensión del ser humano; sustituyendo así, todas aquellas posturas que desprecian
la dignidad de la persona, por todos esos detalles que le dan sentido a la
vida.
Ahora el gran reto que tenemos es saber si estamos dispuestos
a cambiar y construir un mundo nuevo más solidario, humano y justo, luego de
haber experimentado este amargo y dramático trance. Por lo que cabría preguntarnos ¿Qué nos
corresponde hacer? ¿Qué debemos cambiar? ¿Y por dónde empezar?
Necesariamente debemos
caminar hacia un cambio de paradigma, en donde el valor de la persona y la
seguridad humana no quede en imaginaciones, en retóricas huecas o en documentos
elaborados por burócratas en cuartos fríos cargados de buenas intenciones.
Es que para construir un
nuevo paradigma se debe partir desde la óptica del reconocimiento de la
realidad, sus problemas y soluciones. Asimilando pues, en primer orden que nos
encontramos ante una pronunciada crisis con sus implicaciones; entendiendo a la
vez, con valiente sinceridad que nos equivocamos al minimizar el impacto de
este virus, por considerarlo muy a la ligera de fácil manejo y de poca duración.
Se creyó al principio tener al toro agarrado por los cuernos, cosa tan
incierta, porque hemos sido testigos y víctimas de las consecuencias tan
profundas que ha ocasionado el mismo en todo el orden; evidenciando por demás, que
no estábamos preparados, por lo que la improvisación y la irreverencia se
tradujo en fatalidades.
Este reconocimiento que
animamos a realizar no solamente debe supeditarse o aplicarse a las élites
políticas; es un acto que nos implica a todos sin excepción desde sus
diferentes ambientes y roles como entes sociales. En otras palabras, debe empezar primero por ti, sin
imbuirse en pretextos que ni a ti mismo te convencen; ni mucho menos llenarte
de miedo por un vivir más allá del horizonte de las pruebas, haciéndote perder
la paz; y tampoco anidarse en el pasado sin darte la más mínima oportunidad de
poder superar, levantarte y conquistar la utopía o el prejuicio de lo
imposible.
Es que antes de pasar todo esto, nuestra cotidianidad giraba
en una atmósfera de prisa e indiferencia, en donde se resaltaba lo banal por
encima de lo verdaderamente esencial; vivir lo superficial diluía por completo
valorar y dedicar tiempo a aquellas cosas que le dan color y contenidos a la
vida; parecía que la concentración se dedicaba más en amueblar o poner a
brillar el exterior por encima del embellecimiento de la casa interior.
Además, es interesante observar de manera holística que, a
pesar de tantos esquemas o esfuerzos de integración, organismos internacionales
creados, acuerdos multilaterales, tratados, convenios, etc., el COVID-19 nos encontró
dispersos; asimismo reveló las notorias e inhumanas desigualdades, y puso en el
relieve la incapacidad de unirnos como planeta tierra para hacerle frente de forma
coordinada.
Analizado todo lo
anterior, nos debe movilizar a tratar de no seguir repitiendo los errores
con que nos desenvolvíamos en el pasado. ¡Es tiempo de tomar buenas decisiones!
¡Es tiempo de cambiar! Como muy bien lo expresaba Winston Churchill, cuando
decía: ¨Mejorar es cambiar; así que para ser perfecto hay que haber cambiado a
menudo ̈.
Estamos conscientes que
vendrán otras epidemias o cosas parecidas, no podemos evitarlo; pero sí podemos
estar bien preparados y articulados para gestionar mucho mejor los riesgos; antes
que pretender como primera mirada ser efectivos gestionando los desastres. De ahí
es que todas las políticas a planificar y ejecutar deben estar dirigidas en fortalecer
y priorizar sistemas más eficaces y eficientes de prevención con un enfoque
integral a la seguridad de la dignidad humana; y algo muy importante tener en consideración
de que los mismos sean sostenibles.
Finalizo esta reflexión sin dejar de sentir el
beneplácito de esperanza que trae la vacuna, aunque sostengo que: ¨No podemos seguir
comportándonos del modo en que lo hacíamos antes de este virus¨. Por lo que, de igual manera creo conveniente inmunizarnos
del ¨olvido voluntario¨ o de la ¨falta de memoria histórica¨, para evitar así no
tropezar otra vez con la misma piedra. Ya
que “el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”. (Autor discutido)
Ángel Gomera