En el ámbito de cualquier
relación del quehacer humano puede surgir el conflicto. Por lo que se hace necesario reconocer
que el conflicto, forma parte de una realidad insoslayable, inherente a la
sociedad misma. Y la política no puede excluirse o sustraerse de esa realidad. Es que la política en democracia nace
y vive del conflicto. De ahí es que este, en ocasiones, se convierte en un
componente dinamizador, que pone en movimiento el contexto de las relaciones
sociales. Es, por tanto, que hay que
procurar siempre los esfuerzos necesarios para darle una solución, porque si se
enquista, se torna parecido a las consecuencias de un cáncer, haciendo
metástasis severas en las relaciones, las cuales puede deteriorarlas progresivamente
y hacer del enfrentamiento algo irreversible.
Los partidos políticos de la República Dominicana no
escapan a esta realidad de conflictos. Dado que, desde la desaparición de la
dictadura trujillista, uno de los inconvenientes que ha venido afectando al
sistema dominicano de partidos políticos, es el mantenimiento de su unidad. Y
unas de las razones fundamentales, que podemos colegir del fraccionamiento que
han experimentado los partidos políticos en sus sucesivos periodos de crisis,
ha sido su incapacidad expresa, de manejar de manera adecuada sus conflictos;
es decir procurar salidas más saludables para sus organizaciones. Y esto ocurre
a pesar de que la normativa jurídica electoral nuestra, les ha conferido a los
partidos políticos, ciertas libertades para organizar su funcionamiento interno
y garantizar los derechos de participación política a sus militantes. Pero
lamentablemente al no ajustarse a la misma, es decir a la norma, se puede
apreciar a lo largo de la historia una cadena de dificultades y grados
distintos en la institucionalidad y democracia interna. Del análisis anterior, se
puede deducir que la magnitud de las divisiones de los partidos políticos es
una referencia por donde se sitúa la cultura política democrática del país.
Pero, claro está, debemos entender que las democracias no
son sistemas donde las diferencias, intereses contradictorios, roces, discrepancias
y hasta el conflicto social no existen. Y eso lo enfatizamos antes; al
contrario, las diferencias o divergencias de opiniones son un valor en las
democracias, pero se reconoce que, a diferencia de otros regímenes, en las
democracias el conflicto se canaliza o debe canalizarse productivamente en
instituciones, mecanismos, procedimientos legales y legítimos. Al respecto, los
partidos políticos actúan o deberían actuar como “agentes o representantes de
la gestión y transformación del conflicto” procurando siempre el
fortalecimiento del sistema democrático.
De ahí es, que no debemos negar
la trascendencia de los partidos políticos en la democracia; Hans Kelsen, llegó
a plantear que: ¨ la democracia sin partidos políticos¨ no tiene sentido. Mas,
sin embargo, la desconfianza en los partidos políticos ha llevado a que un número
significativo de ciudadanos, consideren que es posible tener una democracia sin
partidos políticos. En tal sentido, somos de opinión que los partidos políticos
deberían abocarse a generar en su interioridad, ese cambio cultural para
gestionar de manera oportuna los conflictos. Esto debe ser una necesidad, ya
que, para ser más eficaces, ganar confianza en la población, mantener la unidad
y ser más competitivo deben ser capaces de resolver sus pugnas internas sin
escisiones.
En nuestro país, cabe
señalar que en los actuales momentos se trabaja poco en la prevención del
conflicto a lo interno de los partidos políticos, y únicamente se aborda el
mismo cuando éste se ha recrudecido, y normalmente, no queda otra vía que la
judicial para intentar su solución. De ahí deriva, fruto de esa mirada, el
aumento de la judicialización de la política, fenómeno este, que debemos estudiar.
Es en ese orden, que se hace
necesario que todos los actores políticos y sociales del sistema político
dominicano, tomen conciencia, en cuanto a que se posibilite un idóneo y
oportuno abordaje de los conflictos, a través de nuevas vías o formas para la
resolución de estos, distintas a la jurisdiccional. Dada esas razones, se hace
necesario la aplicación de la mediación electoral en la República Dominicana, la
cual sería, un mecanismo que contribuya a resolver conflictos en el seno de los
partidos políticos.
De lo que se trata es que
los partidos políticos cuenten con espacios democráticos, participativos e
imparciales para debatir sus diferencias a lo interno con métodos adecuados en la que participarían sus dirigentes con las técnicas que proveen los Métodos
Alternos de Resolución de Conflictos.
Creemos que la figura del
mediador electoral es justamente lo que nos permitiría avanzar, bajar la
judicialización de los asuntos. Es más, quizás podría verse esta figura a nivel
de conflictos en nuestro sistema de justicia electoral o algunos de los juicios
en los que pueda resolverse únicamente con la mediación. Es que soy de opinión,
que las disputas internas deben resolverse primero internamente y no a través
de los tribunales. Aunque entiendo y
favorezco que las situaciones de los partidos que no se resuelvan internamente
sean resueltas de manera por el sistema de justicia electoral en procura de
lograr algún tipo de salida. Sin embargo, sostengo que en los casos resueltos
por la Justicia solo una de las partes tiene la razón; “una gana y la otra
pierde, mientras que en una solución política (acuerdo) ambas partes tienen
algo de ganancia (ganar-ganar).
Finalmente, planteo la
realización de un Plan o Pacto Estratégico del Sistema de Justicia Electoral
Dominicano, en donde participen los partidos políticos dominicanos y la sociedad
civil, a fin de desarrollar e implementar los métodos alternos de resolución de
conflictos, adoptando la realización de unas series de medidas organizativas y
legislativas que permitan el progresivo establecimiento de procedimientos y
sistemas para una solución de los conflictos electorales alternativa a la vía
judicial. Todo ello con el objetivo de desjudicializar la política y de ofrecer
a los integrantes de los partidos políticos nuevas formas de arreglo de problemas,
quedando el recurso a los tribunales como razón última.
Ángel Gomera
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