miércoles, 24 de mayo de 2023

Medio ambiente, seguridad y cultura de paz


 Medio ambiente, seguridad y cultura de paz

Los niveles de tensiones y estrés que viene experimentando el planeta tierra, por la sobreexplotación de sus recursos naturales, fuera del marco de la sostenibilidad; y por ende de todo equilibrio que favorezca un medio ambiente sano. Debe conllevar a que la acción ambiental desde el punto de vista estatal, sea parte relevante de las estrategias de prevención y transformación de conflictos socio ambientales en el ejercicio de las políticas públicas.

Así también en ese mismo contexto, debe considerarse con igual similitud de trascendencia, la promoción, implementación, el mantenimiento y la consolidación de una cultura de paz por el medio ambiente. En razón de que luchar por preservar un medio ambiente sano es un enfoque o principio importante de la paz, la seguridad nacional y los derechos humanos. Es que indiscutiblemente no puede existir una paz duradera y fecunda, si se destruyen los recursos naturales que sustentan los medios de vida y los ecosistemas. 

En este punto cabe alentar que grandes conflictos violentos en el futuro, tendrán su génesis en disputas por recursos naturales agotados. Ya se puede observar en los momentos actuales, ciertas protestas sociales por la escasez de agua, por la manera despiadada en que matamos los ríos y sus afluentes; una pesada incertidumbre por los efectos adversos del cambio climático; efectos estos, que están presionando a desplazamientos masivos de personas. Pero, a pesar de esta realidad que se nos viene encima, se sigue permitiendo la ocupación e invasión de lugares de alto riesgo y vulnerabilidad.

También, se puede examinar una deforestación agresiva y sin juicio, que está provocando daños a los hábitats, una preocupante fragmentación y la sucesiva pérdida de biodiversidad; así como, la alteración de los ciclos del agua, la erosión del suelo y la desertificación. Solo basta advertir cómo cada día nuestras montañas y cordilleras están más pelonas por un conuquismo y ganadería sin planificación y control.

Por lo tanto, como muy bien indica el documento Laudato si: “No podremos afrontar la degradación ambiental, si no prestamos atención a causas que tienen que ver con la degradación humana y social”.

Todo lo mencionado anteriormente, atenta contra la estabilidad de cualquier nación. Entender que un deterioro ambiental progresivo pone en jaque el crecimiento económico y la calidad de vida de un país; y más cuando su principal economía proviene del turismo, como es el caso de la República Dominicana.

De ahí es que, para el mantenimiento del desarrollo, la prosperidad y la paz, es elemental ocuparnos de fortalecer la seguridad ambiental dentro del ámbito de la seguridad nacional, con acciones que vayan dirigidas a la interiorización y toma de conciencia a la relación causa-efecto entre el problema ambiental y el conflicto que pueda derivar.

Por ejemplo, la República Dominicana, no puede minimizar la gran amenaza que cierne sobre su soberanía ambiental, por el declive aparatoso del medio natural del vecino país de Haití. Esta tétrica realidad medioambiental haitiana, es y será, origen de conflictos y tensiones, que suscitan luchas por el acceso y control de determinados recursos naturales. 

En ese sentido el Libro Blanco de la Defensa de República Dominicana contiene las respuestas y estrategias necesarias ante dicha problemática; además destaca cómo el medio ambiente es un elemento de interés para la seguridad nacional. 

Es por ello y ante desafíos ambientales internos, como incendios intencionales, ocupación de áreas protegidas, destrucción de los bosques, la extracción ilegal de arenas de los ríos, entre otros ilícitos; es pertinente el reforzamiento activo, correctivo y preventivo de las Fuerzas Armadas, a fin de garantizar la anhelada seguridad ambiental. 

Asimismo, es indispensable involucrar a la sociedad de manera corresponsable, mediante la concienciación que permita modificar favorablemente las pautas de comportamiento individual y colectivo de una forma moderada y sustentable. 

Por cuestión de supervivencia y amor a las generaciones venideras, debemos entrar en la sintonía de estar a favor de un ambiente sano y la preservación de los recursos naturales; evitando esos constantes desafíos irreverentes y egoístas; ya que como muy bien manifestó Julio Verne:  ̈Podemos desafiar las leyes humanas, pero no podemos resistir a las naturales. ¨

Finalmente, para poder lograr esos niveles de corresponsabilidad ambiental, urge la inclusión de la educación ambiental en lo formal y no formal; es decir en todos los diferentes niveles del sistema escolar y superior, a fin de concienciar y sensibilizar la sociedad dominicana. Claro está, es necesario educar, sin nunca obviar la aplicación del régimen de consecuencias ante los ilícitos ambientales. Porque ¨Si la justicia existe, tiene que ser para todos; nadie puede quedar excluido, de lo contrario ya no sería justicia. ¨ (Paul Auster).

 

Angel Gomera 


domingo, 7 de mayo de 2023

Despertar la conciencia por un medio ambiente que sufre

 


Despertar la conciencia por un medio ambiente que sufre


En la actualidad se percibe que el escenario medio ambiental en la República Dominicana se está sintiendo muy estresado. La destrucción de nuestros recursos naturales que se viene suscitando de manera inmisericorde y recurrente debe alertarnos seriamente como ciudadanía.

Si no manejamos de manera correcta los recursos que poseemos e incentivamos su conservación, entonces nos estamos auto infligiendo daños irreversibles y poniendo en alto riesgo la seguridad del Estado.

Para ello, debemos insistir una vez más, acerca de la necesidad de recurrir a una toma de conciencia que coloque la problemática ambiental como prioridad, con acciones y medidas más contundentes; y sobre todo más allá de simples enunciados.

Sabemos que lo expresado anteriormente no es fácil, encierra sus complejidades; dado que el ser humano por su afán irracional, no le importa desviarse del camino; aunque esto amenace su propia existencia. Es por esta razón, que planteamos que el inicio de esta lucha debe realizarse en el interior de la persona, a fin de combatir esa soberbia, gula, avaricia e indiferencia por el medio ambiente.

Nos corresponde como sociedad despertar la conciencia ambiental para que pongamos frenos a la contaminación de las aguas.

Agua, líquido vital que moviliza la vida. Es imprescindible para vivir, pero la contaminamos sin el más mínimo reparo. Sin ella no hay supervivencia, pero matamos y secamos sus caudales. ¡Oh vana conciencia, que se embulla en vivir futilidades, sin enmendar en su autodestrucción! No podemos permitir que se continúe sin reparos, la degradación de nuestros ríos.

Nos concierne despertar para detener la ocurrencia de estos incendios forestales, mal intencionados, devastadores y criminales. Incendios por doquier, que consumen todo vestigio de clorofila; acaba con toda foresta que, en vez de tener la oportunidad de absorber la luz solar, sufre el exterminio provocado por un fuego que disipa todo aliento de vida. Remediar sería un gesto de compasión.

Cada incendio forestal que está siendo provocado desde la ruindad del alma, está achicharrando la supervivencia de las presentes y futuras generaciones. Cada quema y tala de árboles que nace de lo perverso, pone a languidecer este dulce paraíso terrenal y amenaza el turismo.

Nos compete movilizar la conciencia para contener la tala y deforestación tan agresiva de nuestros bosques y montañas. Es que llora a raudales, aquello que en alguna ocasión se le llamó bosque. Llora con desconsuelo, recostando su cabeza pelada en la cima de aquella montaña que dejó de ser verde. Llora con hipidos y suspiros, pidiendo que no le sigan talando, ni pegando fuego a su fecunda pureza de vida.

Permitir que se pierdan cada día nuestros bosques, es dejar escapar la belleza ante nuestros ojos; es arrancar soplos de vida a las futuras generaciones; es causar pulmonía crónica a nuestra casa común; es, en fin, poner en peligro, la virtud de ser un paraíso enclavado en el Caribe.  Involucrarnos en reforestar esas cordilleras peladas por la irracionalidad cancerosas de algunos, es un ejercicio fecundo de amor por los demás.

También, nos concierne despertar la conciencia por la acumulación desaforada de tantos desechos sólidos. Solo basta escuchar en cada breve espacio que grita el vientre terrenal por una indigestión severa; se le está obligando a consumir un cóctel de sustancias químicas, que provienen de actividades humanas excesivas y constantes, que cada día envenena su dulce regazo vital.

En definitiva, urge despertar el compromiso estatal y ciudadano de no seguir dándonos el lujo cruel, de perder un árbol más, de continuar perdiendo ríos, de vulnerar e invadir alegremente las áreas protegidas, de continuar destruyendo los humedales, de permitir los asentamientos humanos en zonas vulnerables, de ver la contaminación del aire, sónica, algo tan normal, a pesar de ser una amenaza para la salud pública.

Despertar es abrir los ojos de la conciencia cuando otros la perdieron. Es decidir hacer del mundo un lugar mejor.

“¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan? Lo que está en juego es nuestra propia dignidad. Somos nosotros los primeros interesados en dejar un planeta habitable para la humanidad que nos sucederá” (Papa Francisco).

Ángel Gomera