Sociedad
y la cultura de la inmediatez
La sociedad de hoy ha venido
experimentando importantes transformaciones y dinámicas
que han impactado al ser humano en todas las esferas de la vida.
Diversos
autores se refieren a que estamos viviendo entre la sociedad de la información y del conocimiento, en el entendido de que
estos contextos vienen a facilitar las actividades de la humanidad y a ofrecer
soluciones a problemas de distintas naturalezas.
Estos, se destacan por sujetos que participan con destrezas y habilidades
en el manejo de las tecnologías de la información; exhiben niveles de altos conocimientos; entre otros puntos
luminosos.
A la sazón, ciertamente se está viviendo un cambio
histórico profundo que está modificando de manera radical las formas de vida y
de relacionamiento de los seres humanos. Dicho en palabras de Thomas Friedman,
en su best seller El mundo es plano: Una breve historia del siglo XXI, lo señala
de la siguiente manera: “Nunca antes en la historia del planeta, tantas
personas tenían la habilidad para encontrar tanta información sobre otras
personas”.
Sin lugar a dudas, los avances tecnológicos ayudan al
progreso y al mismo tiempo son una manifestación convincente del desarrollo
alcanzado en esta época.
Pero, es oportuno reflexionar que, a pesar de esos
notables beneficios y alcances revolucionarios, se evidencia como desafíos y
retos, una sociedad con una comunicación impaciente y fragmentada, un
preocupante aislamiento
social marcado por el individualismo, un inquietante nivel de sedentarismo, una
sustitución creciente del mundo natural por el entorno virtual y la
profundización de la cultura de la inmediatez.
En ese
último punto de referencia, es bueno señalar que la inmediatez nos está conduciendo a llevar la vida saltando de un lado
para otro a toda velocidad; no nos da tiempo de detenernos a
interiorizar, valorar, a reflexionar y dimensionar con madurez el espíritu crítico.
Nos cansamos de todo.
Es
lamentable observar la adicción creciente al cortoplacismo, el cual se está
imponiendo con naturalidad pasmosa, trayendo consigo comportamientos que
evidencian una incapacidad para esperar o escuchar.
Ya nada nos causa sorpresa, y esto es peligroso, porque
cuando perdemos la capacidad de asombro, se pierde la sensibilidad social.
Esa
pérdida de la sensibilidad de la que hacemos referencia, se puede comprobar al
momento de la ocurrencia de cualquier suceso de violencia; éste, se usa como
entretenimiento o espectáculo para alcanzar tendencia, sin el más mínimo reparo
a la dignidad humana.
Asimismo,
vemos una sociedad con síntomas inquietantes de que está padeciendo de un
severo síndrome de déficit de atención; no estamos dando el valor que
corresponde a lo que debemos priorizar; como, por ejemplo, a la familia, la
cual sufre por la escasez de amor, cuidado, confianza, respeto y tiempo. De
igual manera, se le huye a los compromisos de vida, como al matrimonio; este
proyecto se ve más bien, como una carga u objeto desechable.
Obviamos
entender que la prisa influye
negativamente en el bienestar y la felicidad familiar. Los individuos que viven
con sentido de urgencia, tienen constante estrés, irritabilidad, coraje, ira e
incluso conductas que pueden poner en riesgo la vida de los demás.
De igual
manera, la inmediatez influye en la decadencia cultural que cada día toma
cuerpo; esta gira a reproducir una deshumanización progresiva de la persona. Se
apuesta al que todo se vale; se promueve y reconoce lo irreverente al deber
ser. Aquí lo prosaico y lo escandaloso tiene más notoriedad que lo estético y
lo sublime. Alguien planteó que los placeres hedonistas son como calorías
vacías: no aportan nada. Creemos que es tiempo de volver a la calidad, al
contenido que edifica, a lo trascendente.
Con la
inmediatez se aspira a la recompensa de lo aquí y ahora, y no se alcanza la
debida satisfacción; se le da preeminencia a la búsqueda del dinero fácil; y se
le concede mayor importancia a los ¨atajos por encima del debido proceso; además,
existe en ese orden, una muy baja tolerancia al fracaso.
En definitiva, todo parecer ser que nos
estamos convirtiendo en máquinas o robots, porque estamos perdiendo la
profundidad de nuestras vidas como seres humanos por la velocidad y lo rápido.
Pero, tranquilos, estamos a tiempo de
disminuir el acelerador con que llevamos nuestras vidas; y comenzar a
desarraigar de nuestro proceder la cultura de la inmediatez. Entender que nuestras
vidas no se deben vivir de manera chatarra; eso sería insustancial; sino más
bien aprendiendo que cada día, es una oportunidad de darle sentido a la vida.
La vida nunca se vuelve insoportable por
las circunstancias, sino solo por falta de significado y propósito. (Viktor Emil Frankl)
Ángel Gomera