Llantos de las
calles
En medio del movimiento constante
de vehículos y peatones que observamos día a día en las calles y avenidas de
nuestra ciudad; más allá de ese dinamismo comercial y el quehacer cotidiano, surgen
preocupaciones reales de la ciudadanía y
entidades, por la manera en que nos estamos conduciendo en el tránsito con
soberana imprudencia y violencia, traspasando la frontera de lo legal y lo
cortés, trayendo como consecuencias las ocurrencias de siniestros y conflictos viales
que impactan alarmante y negativamente en materia de salud, pérdidas humanas y
económicas.
Es que ¨se hace tan normal¨ ver como
alegre y ¨habilidosamente´ para algunos, el provocar un tapón por violentar el debido
orden de mantenerse en su carril no le conmueve en lo absoluto; cruzarse con el
semáforo rojo no le causa el mínimo remordimiento, parquearse en zonas
indebidas o en ambos lados de la calle no importa; andar en vía contraria para
ganar tiempo a su prisa es una acción inteligente que hay que aplaudir;
transitar sin las debidas documentaciones y hasta en ocasiones sin placa es un
recreo; conjugar el alcohol con el volante es una rutina; el exceso de
velocidad y hasta realizar competencias es vivir la vida loca; Chatear con el
celular es estar en la moda; tocar bocinas sin necesidad es el pan nuestro de
cada día; y ante cualquier percance de tránsito por insignificante que sea, se
agrede verbal y físicamente.
Dentro de ese conglomerado de
realidades crudas y penosas descritas anteriormente, debemos hablar primero en
especial, de los motoristas, claro no de todos, sino mas bien de aquellos
temerarios que no se detienen ante las normas establecidas y la autoridad;
andan sin el debido reparo al valor de la vida, con la fuerza de una adrenalina
que ahoga la razón y el amor propio.
En segundo lugar, de los chóferes
de guaguas de transporte público y también privada, los cuales hay algunos, que
salen de sus hogares para buscar el pan de cada día como buenos padres de
familias, pero desde que toman el volante, sufren una metamorfosis
convirtiéndose en generadores de caos, pierden el sentido humano por una
desesperación metálica sin buena fe, que dista mucho del real servicio que
deben prestar y de las vidas que han de cuidar con su proceder.
Y, en tercer lugar, de un
sinnúmero de peatones o mejor dicho de ciudadanos que ante la ocurrencia de un
accidente se ponen a grabar antes que brindar auxilio, expresión esta, de
desprecio a la humanidad, o peor se convierten en rapiñas saqueando las
pertenencias de las victimas de los accidentes. Estas actitudes ponen a llorar
con lágrimas negras el alma de las piedras.
Mas allá de ser este articulo un
muro de lamentaciones, o de ser un enunciado más de tantos; nuestra intención
es procurar la sensibilización, compromiso y movilización de toda la
ciudadanía, es decir los actores políticos, sociales, eclesiales y económicos,
a fin de procurar los esfuerzos y transformaciones necesarias en la dimensión
en que amerita esta realidad nacional, que según las estadísticas de la
Organización Mundial de la Salud (OMS), La República Dominicana ocupa el
segundo lugar de los 182 países pertenecientes a las Naciones Unidas con más
muertes por accidentes de tránsito en relación a su población.
Para tales fines proponemos en primer
orden la realización urgente de una cumbre, dialogo o pacto político que
involucre a toda la nación, a fin de discutir, analizar y arribar a la búsqueda
de soluciones en cuanto a la problemática del transporte y la seguridad vial.
En segundo orden, desarrollar una
alianza estratégica Estado – escuela – familia, con el objetivo de promover y
fortalecer una educación vial integral que coadyuve a elevar la conciencia
social y cultural de la ciudadanía. Es que, para lograr la obtención de dicha
propuesta, es necesario desaprender comportamientos para aprender a ser
respetuosos de la ley e individuos constructores del cambio partiendo del
ejemplo cívico.
En tercer orden, debe ser una
aspiración de todas las alcaldías, el que la seguridad vial forme parte de la
idiosincrasia local. Para tales fines, se requiere emprender un conjunto de
acciones o medidas que hagan de la prevención y seguridad vial un eje prioritario
en las políticas de la gestión municipal. De ahí es que planteamos que el mismo
sea tomado como uno de los indicadores básicos a medir dentro de los parámetros
del Sistema de monitoreo y medición de la gestión pública (SISMAP).
Y en cuarto orden, para que se
establezca un estado social y democrático de derecho, es fundamental la existencia
de un régimen de consecuencias en contra los infractores a la ley. El ejercicio
de la autoridad debe ejercerse con responsabilidad, firmeza y justicia, sin
incurrir en abusos de poder que contrasten con la
Constitución de la República.
Para finalizar esta reflexión, quiero
evocar unas frases célebres del historiador, pensador y ensayista inglés Thomas
Carlyle, quién nos señala que: ¨De nada sirve al hombre lamentarse de los
tiempos en que vive. Lo único bueno que puede hacer es intentar mejorarlos¨. Y dijo
además que: ¨Puede ser un héroe lo mismo el que triunfa que el que sucumbe,
pero jamás el que abandona el combate¨.
Ángel Gomera