En Latinoamérica y el Caribe se
observa con suma preocupación como las oportunidades no llegan a cada ciudadano,
generando esto, una desigualdad pasmosa que se evidencia por el alto porcentaje
de personas que viven en el triste estado de la pobreza.
En razón de lo anterior es
fundamental procurar por parte de los Estados, la aplicación de políticas de inclusión
laboral y social, que respondan de manera efectiva a la reducción considerable
de esta alarmante situación o condición social y económica de esa población que
no logra cubrir o satisfacer sus necesidades básicas.
República Dominicana se encuentra
entre los países que ha logrado una mayor reducción de la pobreza en la región,
según el estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)
este avance se debió a que los ingresos laborales fueron la fuente que más se
incrementó en los hogares de menores recursos. Pero aun así el país tiene una
tasa de pobreza extrema que se coloca entre el 5% y el 10%. Dada esa realidad,
el Banco Mundial, mediante un Diagnostico Sistemático de País, identificó que
para convertirnos en una nación de alto ingresos para el 2030, debemos
enfrentar seis desafíos o retos de manera prioritaria: mejorar el equilibrio
fiscal, promover un mejor ambiente de negocios, mejorar la gestión de los
recursos naturales, mejorar la resiliencia ante los desastres y los riesgos
relacionados con el clima, aumentar la transparencia, la responsabilidad en la
formulación de políticas y aumentar su capital humano.
La Constitución de la República,
en su artículo 62, consagra que el trabajo es un derecho, un deber y una
función social que se ejerce con la protección y asistencia del Estado. Ese
mismo texto constitucional plantea que es finalidad esencial del Estado
fomentar el empleo digno y remunerado. Pero lamentablemente ese derecho no
siempre resulta ser protegido y de manera recurrente se vulnera sin contemplación,
cuando vemos que una persona con más de 45 años, se le hace muy difícil
conseguir un empleo, ya que lo consideran un ¨viejo¨ de manera despectiva; suscitando
esto desesperación, desesperanza y conflictos con impredecibles consecuencias
en el seno familiar y en la paz social. Y
todo esto ocurre a pesar de que nuestra carta magna prohíbe toda clase de
discriminación para acceder al empleo.
Somos de opinión que la
experiencia es un gran valor que no debemos desechar. Cuando contamos con una fuerza
laboral compuesta por personas con cierto grado de madurez, tenemos entonces la
posibilidad de contar con un capital humano más reflexivo, con valores firmes y
bien definidos, con veteranía y alto sentido de la vida. La edad no es ninguna
limitación para desempeñar un trabajo correctamente, lo que puede condicionar
es el estado de salud y la formación. Ahora en cuanto a la formación, toda
persona tiene a lo largo de su vida, la capacidad de aprender, es cuestión de
tener oportunidad y querer hacerlo.
Es por ello que favorecemos las políticas
encaminadas al primer empleo en los jóvenes, pero también somos participes de
que el Estado promueva la diversidad generacional, a través de la puesta en práctica
de programas de inclusión laboral en personas de 45 años y más.
Encontrar lo que uno quiere hacer
y asegurar una oportunidad para hacerlo, es la clave de la felicidad. (John
Dewey).
Ángel Gomera