En ese sentido cada año, muchas
instituciones públicas, privadas, organizaciones sociales y
ciudadanos del mundo rinden homenaje a la paz con la realización de
diferentes eventos que hacen del 21 de septiembre un llamado a ser
generadores de esperanzas y sueños; sembradores de ideales de paz en
cada mente y corazón que se encuentra convulsionado por los conflictos; a
demostrar sin cansancio que las actitudes beligerantes y agresivas no
producen soluciones, sino más bien, sumergen en el atraso, la miseria y el
dolor a los pueblos, en que se hace necesario el impulsar un abrazo
fraterno y de reconciliación entre las naciones en controversias bélicas; a
dejar de lado las ambiciones sin límites de poder que tantas destrucciones
causan en la humanidad; y a reflexionar con transparencia y sinceridad en
aquellas cosas negativas que debemos transformar en la casa interior, para
luego así, ser fermento saludable en los distintos ambientes en donde nos
desenvolvemos cotidianamente, haciendo eco de aquella hermosa frase
de Pablo VI cuando nos dice que “la paz comienza en el interior de los
corazones”.
Ahora bien, somos de opinión que
aunque se ha establecido ese día para celebrar el cese de las hostilidades y
la promoción de las resoluciones pacíficas de los conflictos en
todas las naciones y todas las personas, no debemos circunscribirnos única y
exclusivamente a esa fecha, ya que cada día de nuestra existencia terrenal
nos ofrece una oportunidad para trabajar con ahínco en el establecimiento,
mantenimiento y consolidación de la paz, como un valor fundamental. Y es que
“la paz no es solamente nuestro objetivo final, sino también la única manera
en la que lograremos nuestro objetivo” (Martin Luther King).
Por lo que si queremos trabajar una
paz duradera, necesitamos enfocar todos nuestros esfuerzos en no ser
indiferentes e insensibles ante el rostro amargo e inhumano de la pobreza, la
desigualdad social, las enfermedades, la degradación de los recursos
naturales, la corrupción, la criminalidad, el racismo, la prostitución, el
narcotráfico, la explotación del ser humano, el desempleo, entre otras crudas
realidades; constituyendo éstas, en desafíos y retos tan tormentosos para la
implementación y concretización de una cultura de paz, ya que se
convierten en reproductoras gravosas y compulsivas de los conflictos, y que
entonces, de no prestársele la debida atención y seguimiento surgen con
ebullición y furor los brotes de las distintas manifestaciones de violencia
que tantos estragos están causando en el tejido social.
Es por esa razón, que cada estado,
país, incluyendo el nuestro, República Dominicana, requiere con urgencia el
planificar, desarrollar y aplicar políticas públicas preventivas efectivas y
permanentes, tendentes a garantizar la construcción de una conciencia
colectiva comprometida en la promoción de una educación en valores para la
paz, con la debida articulación e involucramiento de todas las fuerzas vivas
de la sociedad.
La
UNESCO, en su documento titulado: La
educación para la paz, los derechos humanos y la democracia, plantea que
educar para la paz “consiste en fomentar la capacidad de apreciar el valor de
la libertad y las aptitudes que permiten responder a sus retos. Esto exige la
preparación de los ciudadanos para que sepan manejar situaciones difíciles e
inciertas, prepararlos para el ejercicio de responsabilidades individuales.
Todo esto unido al reconocimiento del valor del compromiso cívico, de la
asociación con los demás para resolver problemas y trabajar por una
sociedad justa, pacífica y democrática”. De esto resulta que como estado
debemos propiciar una alianza estratégica y robusta con los medios de
comunicación, los cuales ejercen una poderosa influencia en las mentalidades,
conductas, comportamientos y normas de los individuos, a los fines de
potencializar y difundir mensajes, cuyos contenidos e informaciones
promuevan una vigorosa cultura de paz, que parta del respeto
a la vida y el cuido celoso de la dignidad humana.
En fin trabajar la paz es una tarea
compleja, pero no imposible; más bien constituye un reto de suma
necesidad que no podemos postergar más su discusión, análisis y las
respuestas efectivas requeridas, ya que los niveles de percepción en cuanto
al avance de la cultura de violencia llama a la preocupación,
y sus resultados están afectando con furor radiactivo a las
familias dominicanas; por lo que urge fortalecer la
construcción de una voluntad política sólida y dispuesta a ejercer ese cambio
indispensable, que posibilite el transformar esa realidad; sin prisa, pero
sin pausa y ni titubeos, más sin embargo, con la resuelta decisión de
que no solo libraremos esa batalla, sino que ganar es la meta: a la
injusticia y a la opresión; a la intolerancia y a la discriminación; a la
ignorancia y a la miseria, es decir a todo tipo de violencia sea individual o
colectiva.
Para ganar la paz hay que educar para
la paz, tomando en consideración lo que escribió Johan Galtung, cuando
dijo que: “Educar para la paz, es enseñar a la gente a encararse de
manera más creativa, menos violenta, a las situaciones de
conflictos y darle los medios para hacerlo”.
¡Ganar la paz es una
tarea de amor!
Lic.
Ángel Gomera
Director General
Sistema Nacional
de Resolución de Conflictos (SINAREC)
Procuraduría General de la Republica.
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